jueves, 7 de julio de 2011

Los Wagner desentrañaron el pasado de Santiago

Los hermanos Wagner en el Museo Arcaico.

Arqueología

El trabajo de Emilio y de Duncan Wagner, es demasiado múltiple y fecundo para poder describirlo en todos sus aspectos en una reducida monografía. No haremos pues, sino señalar una parte modesta de la carrera de naturalistas y arqueólogos, cumplida en Santiago.
Cuando el gobierno de la provincia llama a Emilio Wagner en 1923, para organizar el “Museo Arcaico”, para Wagner es ya un hecho el descubrimiento de la civilización Chaco-Santiagueña. Al hacerse cargo aportó, con sus caudalosos conocimientos, su hermosa colección arqueológica y otra de coleópteros.
Los trabajos personales de Wagner progresan enormemente, pero el éxito ante los poderes públicos es nulo. Fue necesario que en 1927 un hallazgo casual, de una ocarina, despierte el interés de un corresponsal de El Liberal y repercuta entre los intelectuales de La Brasa, quienes entrevistaron a don Emilio y obtienen del gobernador Domingo Medina, el 5 de mayo de 1927, un subsidio de mil pesos para que el director del Museo se trasladara al terreno, estableciera el fundamento de las informaciones del corresponsal de El Liberal y juzgara con conocimiento de causa la importancia que tendría para la ciencia el hallazgo denunciado. Establecen campamento en Llanta Mauca. Desde entonces las excavaciones se realizan sin interrupción cada año.
El museo crece aceleradamente. No había vitrinas para conservar las colecciones. A falta de ellas, don Emilio construyó mesas con cajones de embalaje, cuyo precio es reducido. Duncan escribía y dibujaba sobre ellas. Sobre ellas se realizaron las primeras exposiciones y se dictaron clases a las escuelas. La que escribe, que ya concurría al museo, empezó sus estudios en esas mesas. El trabajo se hace amplio. Don Emilio busca en el terreno, reúne material donde se asentará la obra y lo estudia arrancándole sus secretos. Duncan investiga en el libro, escribe el resultado de los estudios, dibuja y pinta.     
En 1932 el éxito de sus trabajos llega a Francia, la que ha estimado tan alto la obra de sus hijos, que condecora como Caballero de la Legión de Honor a don Emilio y acuerda igual distinción al gobernador que le presta ayuda. En 1934 el Museo Arqueológico cuenta con 17.000 piezas no completas, pero es lo suficiente para que los Wagner las reconstruyeran íntegramente. Un fragmento es suficiente para que las interpreten.
En esto, sólo Ameghino los iguala. Con esa base publican el tomo I de la gran obra “La Civilización Chaco-Santiagueña y sus correlaciones con las del nuevo y viejo mundo”. Los diez años siguientes la obra experimenta un notable progreso como consecuencia de los numerosos descubrimientos que don Emilio realiza en el campo de la investigación, confirmando lo que expusieron en el primer volumen. Tal los símbolos y signos alfabetiformes de los torteros; el culto del fuego; la cerámica negra; el hombre fósil; el culto del cono de trascendencia mundial; el metal en América; la migración de la raza de ojos horizontales y la de ojos oblicuos; el carácter proteiforme de la deidad chaco-santiagueña, etcétera.          
Desde el año 1928 don Emilio Wagner ha tomado a su cargo el museo, lo ha aumentado de valor científico en la misma proporción que las colecciones han pasado de 3000 piezas (cuando su fundación) a 75.000 que poseemos actualmente. [en 1948] Volviendo los ojos sobre ellas, don Emilio suele decir: “He pagado mi deuda de gratitud a este país hospitalario con haber formado este museo.”
Olimpia Righetti en el libro del 50 aniversario del diario El Liberal, 1948.


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