Frente actual de la Casa de los Taboada, Buenos Aires 146 |
Las malezas, los fantasmas, el intento de reconstrucción
No hay santiagueño que no la tenga de referencia en su mapa
mental urbano, todos saben que a poco más de una cuadra de la plaza Libertad y
a unos 200 metros en línea recta de las Torres de Economía y Educación, está el
baldío más famoso de la provincia, la casa de los Taboada, en el 146 de la
calle Buenos Aires. Hoy está habitada por el silencio, las malezas y quizás los
fantasmas de una familia que fue emblemática en Santiago y con una gran
influencia en el norte del país –incluído Tucumán –durante más o menos un
cuarto de siglo a la muerte de su tío, el caudillo federal Juan Felipe Ibarra
en 1851. Allí estuvo el diario El Liberal, desde su fundación en 1898, hasta
1926 y también fue sede de la primera telefónica.
Fue parte de un plan de recuperación arquitectónica de la Municipalidad
de Santiago, cuando gobernaba la comuna Elías Maud, en tiempo de los militares.
En ese entonces le encargaron a Rofolfo Legname, arquitecto, que la estudiara y
formulara un proyecto para reciclarla. Antes de terminar los trabajos, cambió
el gobierno: en la provincia ganó el peronista Carlos Arturo Juárez; en la
ciudad triunfaron los radicales, por lo que hubo que devolverla. A muchos no les
pareció mala idea, pues la Provincia tiene más recursos que la Municipalidad, pero
el solar fue abandonado.
Entre otras tareas, Legname copió en grandes papeles las
guardas de las paredes de algunas habitaciones con el objeto de reproducirlas. Descascaró
los muros para saber de qué color habían sido pintados en las diferentes épocas
de su historia. Sacó la arena del aljibe en el que sólo halló restos de una
muñeca de plástico. Limpió el terreno y a quienes señalaban que aquí o allá
había entradas de túneles secretos los llevó a que le mostraran el lugar e hizo
cavar para ver si los hallaban, pero ya se sabía que los túneles de Santiago
eran más que nada una leyenda.
Construyó un obrador cerca de la otra salida por la 9 de
Julio, que es lo único que queda en pie –más o menos– hasta el presente. Al no
haber fotografías seguras del frente, pensó en dejarlo en ruinas para mostrar
en carne viva lo que el paso del tiempo y la incuria de los años habían dejado
plasmados. Esos escombros, además, eran
parte de su historia.
Cuando le preguntaron en una entrevista, en qué época pensaba
dejar la restauración respondió que con los agregados y reformas que había ido
teniendo el solar, era imposible fijarla en un tiempo determinado. Mostró que
en las habitaciones que circundaban el patio octogonal había vigas de fierro,
lo que desmentía, en cierta forma que la casa fuera totalmente del tiempo de
los Taboada.
La portada de uno de los discos de Los Tobas, conjunto del
cual Leandro Taboada, Meneco, descendiente de los míticos caudillos
santiagueños, es su más conspicuo integrante, es una fotografía en el patio
octogonal: el aljibe de mármol con brocal de una sola pieza, estaba puesto como
actor de reparto. La toma es de principios de la década del 70.
Taboada contó parte de la historia. En la década del 70
todavía era habitable y propiedad de una decena de descendientes. Algunas
habitaciones se alquilaban a particulares. Con las lluvias a las que el
gobernador Juárez llamó el “Meteoro”, a principios del 74, se vino abajo uno de
los muros que daba a la calle. Alguien corrió a dar aviso al gobierno,
explicándole la importancia del sitio. La Cámara de Diputados dictó la ley y el
gobierno la expropió. Los herederos cobraron lo que correspondía. Antes, un
empresario santiagueño había estado interesado en comprarla, haría un edificio
en parte del terreno y el resto sería una especie de mercado de artesanías. Con
la novedad la idea se truncó.
En tiempos del gobernador César Eusebio Iturre hubo otro intento
de hacer algo en el lugar. El pozo del aljibe fue cegado de nuevo para que no
fuera peligroso, ya que podía ceder si un desprevenido caminaba encima. Pero la
casa estaba deteriorada de tal manera que ya en ese tiempo –Iturre gobernó del
87 al 91– se determinó que cualquier reconstrucción debía ser desde los
cimientos.
El gobierno de Pablo Lanusse, en el 2003, desmalezó el lugar. Pensaron en convertirla en una especie de
paseo por las ruinas, que siguiera por el aledaño teatro 25 de Mayo, en una
suerte de recorrido, parecido al
espectáculo de “luz y color” de la Casa Histórica de Tucumán, pero también quedó
en la nada. Incluso se dijo que por miedo a que hubiera un derrumbe si se hacía
el paseo, debía demolerse lo que quedaba en pie.
El problema es que cualquier proyecto que se formule es muy
oneroso pues, por más que se levante una construcción que pretenda vejez, será
algo nuevo. Y pocos saben qué se podría instalar allí. Alguna vez se dijo que
los libros de autores santiagueños de la biblioteca 9 de Julio podrían tener
cabida. En un salón entran todos, ¿y el resto? Se habla de un paseo de
artesanos con locales con ventas de recuerdos para turistas. También se dice
que alguien propuso hacer un patio de espectáculos para una especie de peña permanente, con entrada por
la 9 de Julio. E incluso hay quienes piensan que podría funcionar un museo de
arte folklórico o popular que la provincia todavía no tiene.
En una ciudad que recuperó el antiguo edificio de la Casa de
Gobierno, frente a la plaza Libertad, para instalar tres relucientes y
modernísimos museos, (el Arqueológico, el Histórico y el de Bellas Artes) se la
mira con algo de culpa. Todos saben que algo se debe hacer ahí, pero nadie ha
formulado un proyecto serio o una idea con visos de realización.
El Santiago que ha conocido la renovación recién en estos
últimos años, debate todavía qué destino tendrá su terreno más emblemático. Es
posible que lo único cierto sea la sospecha de que las noches por los vestigios
de la construcción pasean los fantasmas de tantos hombres y mujeres que dieron
vida a la casa.
Hay otros que creen que el silencio es su único habitante,
pero quién sabe.
(Nota de Juan Manuel Aragón)
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