miércoles, 11 de febrero de 2015

¡Ríndanse!, ¡la revolución ha triunfado! - Félix Serravalle

Grupo de uturuncos capturados, fotografiados por la Gendarmería.
La vida por Perón, los uturuncos, la guerrilla

El 14 de febrero del 2003 se apagó en La Banda, la vida de Félix Francisco Serravalle, más conocido por un alias que cobró notoriedad en un tiempo romántico de su vida, “Comandante Puma”. El 25 de diciembre de 1959, con un grupo de bravos compañeros entre los que había algunos adolescentes, copó la comisaría de Frías al grito de:
-¡Ríndanse!, ¡la revolución ha triunfado!
A los policías que a esa hora estaban de guardia los encerraron en un calabozo, lo mismo que al jefe, que bajó en paños menores porque vivía arriba. Se llevaron las armas, municiones y un chancho asado que habían dejado unos vecinos que se lo disputaban. Y en el mismo camión de Recursos Hídricos que habían hurtado en Santiago, se largaron al monte tucumano a comenzar una de las más apasionantes historias de su vida, la que los marcaría para siempre por el nombre que habían elegido para la aventura: “los Uturuncos”, que es tigre, en el idioma quichua.
Fue la última patriada de lo que hasta ese entonces se conoció como la “Resistencia Peronista” o el primero de una larga serie de hechos que luego terminaron siendo parte de la guerrilla marxista que asoló el país.
La comisaría fue tomada con armas de madera pintadas de negro con betún, fabricadas por el padre de Serravalle, que era carpintero y uniformes que cosieron las “Tías”, nobles y aguerridas mujeres peronistas que, con Melitona Ledesma a la cabeza, contribuyeron con la empresa poniendo en riesgo su integridad física y hasta sus vidas. El objetivo de la revuelta era ser el primer movimiento, el grito primigenio luego del cual se levantaría parte del  Ejército en todo el país a fin de sentar las bases para el regreso de Juan Domingo Perón, el presidente derrocado y exiliado.
Para algunos, los más jóvenes —adolescentes, algunos no pasaban de los 17 años, hijos de familias conocidas de Santiago — la aventura terminó pocos días después, cuando se entregaron a las autoridades luego de haber deambulado por las sierras tucumanas cercanas a Cochuna. Otros siguieron, como Serravalle, que anduvo prófugo hasta el 14 de marzo del 60, un día después de que se pusiera en marcha el plan de Conmoción Interna del Estado (conocido como plan Conintes) que, entre otras medidas restringía la vigencia de los derechos y garantías constitucionales y habilitaba la militarización de la población.
Serravalle había trabajado varios años como maestro de taller en una escuela Industrial de la provincia del Chaco. Regresó a la ciudad de La Banda, de la que era oriundo, e ingresó también como maestro de taller, a la Escuela Industrial de la Nación de la capital. Al poco tiempo renunció para adquirir maquinarias con las que se dedicó a la actividad privada. Con un torno mecánico adquirido mediante un crédito del Banco Industrial, instaló su taller.
Luego de una larga detención en la que pasó por varios penales de la Argentina, ya libre, fue entrevistado por Ernesto Guevara, el “Che”, antes de partir a Bolivia, en un encuentro que se llevó adelante en Santiago.
Su vida luego fue vivir aferrado a su familia, de porte distinguido, caminaba siempre erguido y con paso militar y no tenía empacho en contar su historia, una y otra vez, esbozando siempre una sonrisa de niño que no lo abandonó jamás. Hay en internet varias entrevistas que le hicieran en vida, para quienes se interesen por el asunto, algunas colgadas en sitios de nombres que seguramente lo habrían hecho carcajear, como “El Ortiba”.
(Historia recordada por Pedro Segundo Rojas Cuozzo, “Historiador de vivencias populares santiagueñas).

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