Aníbal Arcángel Cejas. |
La docencia, la acción comunitaria, el cooperativismo
Nació en Santo Domingo, el 25 de mayo de 1934. Su deceso ocurrió el 14 de marzo del 2007. Entre uno y otro acontecer una vida fecunda, un transitar incesante a través de múltiples actividades que le otorgan a Aníbal excepcionales relieves como realizar de obras de singular particularidad en lo personal, social, comunitario y familiar. Tal es en síntesis el justiciero concepto que merecida y plenamente lo alcanza en esta hora aciaga de su tránsito hacia la eternidad.
Desde su prolongado ejercicio de la función docente que cubrió gran parte de su vida y aún durante dicho ejercicio desplegó una intensa actividad constructiva en los medios que lo tuvieron desde su desempeño docente como un protagonista esencial para sus respectivos progresos en la diversidad de situaciones que le tocó afrontar, muchas de ellas adversas, que le demandaron respuestas que supo dar con solvencia, entrega al cumplimiento de su elevada misión cultural y educativa poniendo en juego su capacidad creadora, su enorme voluntad de hacer el bien y su devota dedicación a la asunción de sus responsabilidades profesionales.
Así fue su marcha ascendente, desde maestro de grado hasta director en la escuela de Quilumpa, departamento Moreno, en la cual inició su carrera profesional para después de prestar servicio en la escuela de Crucecita, departamento Loreto, y otras, alcanzar por traslado su desempeño como director de la escuela de su más cara aspiración, la del solar paterno, en Santo Domingo, departamento Robles, donde transcurrió su infancia y la primera etapa de escolaridad.
Esta circunstancia de la vida, generaron en Aníbal una intensa motivación que lo indujo a concebir ideas y propósitos que se plasmaron en obras del más alto beneficio para la institución que lo albergó cuando niño y lo puso en camino de su superación personal. Así se concretó el nuevo local de la escuela, amplio y contemplativo en su estructura de todas las necesidades propias de su función. A esta obra, materializada gracias a sus esfuerzos cabe agregar otras que informan un cuadro envidiable de realizaciones traducidas en una jerarquización institucional de la escuela.
La acción comunitaria general de Cejas fue tan fructífera como la escolar en intensidad y demostrativa de la sustentación de genuinos valores que supo incorporar a su personalidad.
Su espíritu de cooperación lo ubica en una posición destacada tanto en los medios comunitarios como con respecto a las instituciones de bien público. De tal modo puso su valioso aporte para la provisión de agua potable y fluido eléctrico para los vecinos de la escuela de Santo Domingo. La enfermedad que terminó con su vida frustró la consumación de dos de sus más caros anhelos: proveer a Santo Domingo de una sala de primeros auxilios y una cabina telefónica. Dos conquistas comunitarias a las cuales aspiró, iniciando las gestiones, cuyo término exitoso le sería vedado por el alevoso mal que lo llevó a la muerte física.
Fue un hombre de generosa visión para el bien público, que actuó sin declinaciones ni claudicaciones, con desinterés personal y solidario, con un concepto cabal de lo que constituye una conducta solidaria.
Cultivó una amistad auténtica, franca y sincera. El Club de Amigos lo contó entre sus principales animadores y en cuyo seno acreditó sus cualidades humorísticas, narrador y exponente de hechos y protagonista que en el marco de respetuoso expositor solía crear los climas inherentes al grupo organizado para el festejo, regocijo y la alegre exposición colectiva.
Miembro fundador de la Cooperativa de Educadores Santiagueños, constituyó uno de los sólidos cimientos de la organización cooperativa cuyos altos fines condicen con su temperamento y predisposición a la persecución de objetivos en los cuales lucía su espíritu y su ánimo solidario institucionalizándolos en la institución y contándolo como un elemento activo desde sus orígenes.
Con el temprano deceso de Cejas, se ha extinguido un valor social y una personalidad de la cual había mucho más que esperar. Queda permanente su recuerdo y su ejemplo.
De una nota de Héctor Quinzio, en la revista Nuevo Tiempo.
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