sábado, 23 de mayo de 2015

El Rincón de los Artistas

Música y baile en la Tucumán, en la puerta del bar Casino.
La memoria, Pedro Evaristo Díaz, el homenaje.

Esta noche, la delegación santiagueña al festival de Cosquin, habrá de tributar un justiciero homenaje al “Rincón de los Artistas” y su creador, don Pedro Evaristo Díaz.
Musical por antonomasia y cuna del folclore, Santiago contó hasta 1976 con aquel solar artístico que hoy rescata en la memoria colectiva el haber sido una genuina expresión popular, añorada e irrepetible.
Bodegón y pizzería, el modesto salón ya inexistente en la céntrica calle Tucumán, a metros de la Plaza Libertad, sus paredes estaban decoradas con groseros brochazos de pintura al aceite y murales alegóricos, tenía una fuerte identificación con el hombre común y su cultura. Sillas y mesas de madera modestas completaban aquella rústica infraestructura donde músicos, poetas, cantores, recitadores y humoristas desgranaban espontáneamente su arte.
Cerca del mediodía comenzaba la función, y tras el paréntesis para la consabida siesta provinciana, reabría al atardecer hasta la madrugada siguiente. Las clásicas empanadas, tamales, pizza y el vino servido en jarras de metal eran el menú único a precios módicos.
Lo fundó don Pedro Evaristo Díaz, sencillo y modesto vecino que llegó desde su paraje natal Tiuyoj a tentar suerte en la ciudad. Un discreto ejecutante de guitarra, autor de varias composiciones folclóricas, algunas de notoriedad. Lo hizo en sociedad con Edmundo Soria para funcionar primero como un bar, “el Bar Casino”.
Al poco tiempo, Díaz compró la parte de su socio y lo transformó en ámbito para los artistas populares; aquellos sin cartel a fin de que tuviesen su espacio y lo rebautizó “El Rincón de los Artistas”, que se convertirá en el bastión representativo y emblemático de la expresión musical lugareña.
Tenía sus músicos "estables". Entre los más célebres y recordados, el grupo compuesto por el "Mandinga del Bandoneón" – Víctor Orellana -, los guitarristas hermanos Campos y el "Payo" Luna, un albino malabarista del bombo. El cantor era  Enrique “Henry” Simón, que consolidó su fama como intérprete de tangos y prefirió ese lugar desechando otros escenarios mas conspícuos. 
"Ahí aprendimos a amar a nuestra música", dice Leandro “Meneco” Taboada, fundador del conjunto vocal folclórico Los Tobas. "Era un ámbito concurrido por músicos humildes y muy respetuosos, que no fácilmente se animaban a actuar en otro sitio justamente por respeto al público. Todo lo contrario que en estos tiempos".
Al “Rincón” llegaron cual si fuera un compromiso ineludible, casi un rito, intérpretes de trayectoria o renombradas figuras. No faltaron tampoco personalidades de notoriedad, ilustres visitantes o turistas que encontraban el punto de excelencia para escuchar la música santiagueña.
"Por caso, Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato y Victoria Ocampo, entre otros popes de la cultura argentina invitados por mi padre", evoca el doctor Mariano Paz, cuyo progenitor y homónimo fue un destacado promotor de la cultura a la par de Bernardo Canal Feijóo. "Lamentablemente, todas las cosas buenas aquí desaparecen", afirma, al recordarlo.
Hasta Astor Piazzolla ejecutó una madrugada su clásico Adiós Nonino. El "Mandinga" le prestó su bandoneón al que le faltaba una tecla. La interpretación, no obstante lo espontáneo e improvisado, fue igualmente impecable, sublime; vivencia emotiva y perdurable en la memoria de este cronista.
En "El Rincón de los Artistas" no había límites ni impedimentos para que alguien demostrara sus condiciones artísticas. Tan sólo había que pagar la consumición y no se cobraba derecho de espectáculo, salvo algunos números de cartelera. ¿El premio al artista?: alguna propina voluntaria o el plato de empanadas y vino de “invitación” que Don Pedro convertía en cachet efectivo.
En 1976 cerró sus puertas definitivamente por imperio de una decisión oficial… tiempos del proceso militar; aunque don Pedro Evaristo Díaz sintió que su ciclo estaba cumplido. Tucumán, hoy convertida en peatonal, perdió así un lugar pleno de duendes musicales poblando los aires con las voces de cantores y sonidos de guitarras, bombos y bandoneones que arrancaban desde sus oscuros muros y mesas tabernarias para invadir ese céntrico ámbito de la ciudad.
Cuando murió don Pedro Santiago le tributó su homenaje en reconocimiento por esta obra que en mucho contribuyó a la difusión y promoción del folclore y sus valores, desde aquella vieja casona.
Hoy la figura de don Pedro y de quienes sostuvieron aquel emblemático sitio de cultura, se eleva  justicieramente al reconocimiento nacional desde el escenario mayor del folclore argentino.

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