lunes, 25 de julio de 2011

Mario Arnedo Gallo

Mario Arnedo Gallo.

La música, el pago, la flor azul

Nació en Santiago, el 15 de mayo de 1915 y falleció el 22 de noviembre del 2001. Fue un gran cantante y compositor, reconocido por su zamba "La flor azul".
Vivió casi cuatro décadas en Hurlingham, pero su historia estuvo marcada por Santiago y su música, la chacarera.
De pequeño vivió el gusto que tenían por la música su madre, Herminia Gallo Levalle y su padre, Rodolfo Arnedo, quien fue diputado nacional por la Unión Cívica Radical. Fue especialmente influido por las vidalas y zambas que oyó cantar a Narcisa Herrera, la niñera de la casa paterna. Recibió enseñanzas de maestros como José Cortez, Manuel Gómez Carrillo y Pepa de Paz.
Zambas como "Salavina" (con letra y música propias), "La amanecida" (con Hamlet Lima Quintana), y chacareras como "La flor azul" (con letra de Rodríguez Villar) y "Pelusitas de totora" (con melodía y versos propios) bastaron para alimentar un repertorio limitado, pero que echaron a volar Ariel Ramírez, Mercedes Sosa y Los Chalchaleros, Los Huanca Huá, Los Cantores de Quilla Huasi, el Grupo Vocal Argentino y músicos de toda laya.
No solamente Lima Quintana y Rodríguez Villar fueron sus compañeros en la inventiva. También escribió junto a Polo Giménez, Buenaventura Luna, Armando Tejada Gómez y Los Hermanos Abalos, entre otros.
Ya en su provincia fue aprendiendo naturalmente -oyendo a otros artistas, como Manuel Gómez Carrillo, Andrés Chazarreta, Adolfo Abalos y Sofanor Díaz, sumados al piano, la guitarra y el bombo. Fue precisamente el piano -al decir de Rodríguez Villar- desde donde, de manera única, arrancaba "notas complejas y endiabladamente simples".
Tomado de Wikipedia.

Salavina
           
Como un canto levanta la noche
añoranzas que vienen y van,
encendiendo el violín de los grillos
junto al cerco de la soledad.

Y la luna en el lomo del río
con la espuma se pone a jugar,
y unas coplas de viejas vidalas
en la orilla ya se oyen llorar.

Estribillo
Salavina, ¡ay! Salavina,
¡quisiera verte otra vez!
Ser el chango que allá en los bañados
se mojaba contento los pies.

Cuando el sol con su magia ya deja
florecido de oro el tuscal,
el crespín va rompiendo el silencio
sobre amargos senderos de sal.

Con estrellas y voces lejanas,
esperanza la noche, su amor,
y la ausencia revive la pena
que se adueña del viejo cantor.

Estribillo
Salavina, ¡ay! Salavina,
¡quisiera verte otra vez!
Ser el chango que allá en los bañados
se mojaba contento los pies.

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