martes, 19 de julio de 2011

Carlos Saavedra

Carlos Saavedra.
El bailarín de los montes

En las primeras horas del lunes falleció en Santiago del Estero el veterano bailarín folklórico Carlos Saavedra, que desde hacía tiempo se encontraba afectado por un problema cerebrovascular. Un mejoramiento pasajero le había permitido aceptar dos semanas atrás la invitación de Raly Barrionuevo para actuar en Córdoba, lugar en el que había debutado hacía más de cincuenta años.
Maravilloso bailarín de zambas y chacareras, avezado zapateador, Saavedra -como tantos artistas populares- nunca recibió clases formales de danza: "Cuando era chico trabajaba de llevar agua para llenar las bombitas en los bailes de carnaval; entonces espiaba a los bailarines, gauchos muy bien ataviados, y así fui conociendo los pasos. El resto del año vendía por la calle un pan que en Santiago del Estero llamamos chipaco. Había una academia que se llamaba El Rancho y en la entrada ponían un biombo para que los que pasaban por la calle no miraran; yo me tiraba panza al piso y lo único que veía eran los pies de los bailarines. Bueno, así aprendí."
Carlos Saavedra se definía como un bailarín de danzas nativas a las que les agregaba, decía, "un toquecito". Comenzó a trabajar en Buenos Aires en 1951, cuando lo trajo aquí el armoniquista Hugo Díaz. Saavedra tocaba el bombo y también bailaba con la esposa de Díaz: "Hacía las danzas al modo tradicional -explicaba en una entrevista hecha en este diario en el año 94- pero a Hugo se le daba por cambiar el ritmo de una manera endemoniada (estaba con una chacarera y de repente metía El manisero), así que había que estar atento. Actuábamos en los locales de aquella época: el Tibidabo, el Trocadero, el Marabú, el Piccadilly y muchos otros; imagínese lo que era antes el folllore".
Luego Carlos se independizó, comenzó a formar a su hermano Juan y más tarde a sus hijos Koki y Pajarín. Uno a uno los Saavedra fueron yéndose a Europa y más tarde crearon un grupo llamado Los Indianos. El conjunto resultó muy exitoso, con giras por Europa y por los países árabes y una temporada de ocho meses en Nueva York. En Montecarlo actuaron especialmente para el príncipe Rainiero y su familia: "Estaba la princesa Grace y también las hijas de ella, que eran chicas. Entonces mi hermano Juan va y me dice, fijate vos, hasta dónde nos llevó la chacarera."
Las cosas no les iban nada mal a Los Indianos, pero Carlos Saavedra no resistía la nostalgia; cuatro años después de haberse radicado en Francia y cuando estaban a punto de embarcarse en una gira a Cuba, cambió los pasajes y regresó a Santiago del Estero donde se instaló definitivamente. Su trabajo se concentró entonces en dar clases de zapateo y en algunas presentaciones. En 1994 lo llamó Santiago Ayala, el Chúcaro, para que diera clases al Ballet Nacional. "El fue un gran amigo. En una época me había invitado a bailar con él pero yo le dije, no, dejame así nomás.". Carlos Saavedra recorrió bailando su provincia y el país entero. "Hugo Díaz me decía que yo tenía que bailar para los que podían y también para los que no podían pagar para verme. Gracias a Dios tenía medios de movilidad y así nos largábamos con mi hermano Juan. Teatros no habría, pero siempre hay un club, y si no hay un club, hay una escuela. Peteco Carabajal y Jacinto Piedra también hacían esos viajes y nadie cobraba un peso; sólo lo que la gente tuviera voluntad de dar; si era nada, nada."
Carlos Saavedra tenía 71 años. Su amigo Carlos Carabajal lo evocó ayer como "un pájaro sobre el aire, con el estilo y la fuerza de la copla nativa".
Nota firmada por Laura Falcoff, publicada en Clarín, el 23 de octubre del 2002.

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