lunes, 11 de julio de 2011

Felipe Taboada

Felipe Taboada.
La pintura

Nace en Matará, Santiago del Estero, en 1821. Esta tierra fue el primer centro político y religioso de la entonces próspera provincia del Tucumán. Fue Felipe hijo de Leandro Taboada y de Agueda Ibarra. Su abuelo paterno Antonio Gil Taboada, noble español, comerciante llegó al país en 1768 y contrajo nupcias con Francisca Luisa de Paz y Figueroa, hija del Teniente Gobernador Juan José de Paz y Figueroa que pertenecía a la clase principal del Virreinato del Río de la Plata.
Tuvo otros hermanos Antonino, Gaspar, Manuel e Isidro (que muere joven).
Pertenece a lo más representativo de la clase dirigente tanto en el orden político, social y económico. Herederos de grandes extensiones de tierra eran verdaderos terratenientes. Sin embargo, tanto Antonino como Gaspar mueren pobres.
Matará, su lugar natal, más bien un pueblo pequeño rodeado de grandes estancias, no es el sitio donde residen habitualmente. Allí tienen centradas las actividades ganaderas a las que se dedican.
Este paisaje de inmensas llanuras e impenetrables selvas, el clima y la vida ruda tienen una enorme influencia en la formación de su carácter.
Allí en aquel ámbito de libertad aprende a ser jinete, a disfrutar de lo lúdico, a superar adversidades, así como a madurar un sentido de prudencia ya que el escenario de su infancia está lleno de magia, de interrogantes, rodeado por las fuerzas invencibles de la naturaleza.
En el campo desarrolla su personalidad, la destreza en el caballo y en el manejo de las armas, ambas vitales condiciones de la época. Sus hermanos Manuel y Antonino, cuatro y siete años mayor que él respectivamente, habrían de ser sus compañeros en muchas jornadas inolvidables.
En la década de 1830 Antonino y Manuel parten a Buenos Aires, donde tienen activa militancia política y recién en 1840 regresan a Matará su pueblo natal para hacerse cargo de las actividades ganaderas, sobre todo Antonino, quien tenía sus establecimientos en el Chaco.

Enfermedad
Aproximadamente a la edad de 11 años, en la plenitud del goce físico y espiritual de su vida, una enfermedad le paraliza una de sus piernas en un grado que no sabríamos precisar.
Relata Pablo Lascano, nuestro primer escritor santiagueño que “cruzaba las distancias a saltos” y a veces se sujetaba el brazo derecho con el izquierdo para controlar el movimiento.
Es muy probable que sus hermanos y tíos que viajaban regularmente y algunos sacerdotes instruidos cercanos a él, hayan contribuido a su formación plástica con revistas, periódicos, libros y, de esta manera, se haya ido poblando de imágenes su universo personal. Es el período más duro de su vida, en que se alimenta tanto de vivencias externas, muy intensas, como de mucha introspección y vida interior.
Pasada su pubertad y poseedor ya de inquietudes artísticas comienza en su adolescencia a desarrollar esta fuerza interior que le ayudó a vivir. Le ayudó el Arte.
Es dable observar que cada tanto surgen en el mundo criaturas asombrosas y elocuentes que se elevan desde el sufrimiento para convertirse en personajes ejemplares. Ellas dan cuenta de la capacidad del espíritu humano para emerger de sentimientos lacerantes y sublimarlos trasladando estas incapacidades en algo vital y sorprendente. Éste es el caso de Felipe.

Su contexto y entorno
Santiago del Estero fue históricamente lugar de paso de comercio hacia el Alto Perú y al puerto de Buenos Aires. Su territorio era transitado frecuentemente por carretas o tropas por lo que se llamó Camino Real a esta ruta.
Durante el siglo XIX el comercio principal era de mulas, cueros y caballadas, hasta que la presencia del ferrocarril –entre otras causas- cambió las necesidades de aquel momento.
En 1810 se produce la Revolución de Mayo y Santiago es la primera en adherirse, dando muestras de la idiosincrasia que ya comenzaba a manifestar.
En 1820 el territorio santiagueño se declara autónomo y queda constituido como provincia en abril de ese año. Al decir de Andrés Figueroa es una época embrionaria.
Juan Felipe Ibarra asume el gobierno de la provincia y constituye una figura importante por su peso político para el gobierno nacional. “…Defendió una férrea preservación territorial y una concepción soberana de lo nacional. Con Ibarra la provincia tuvo una activa presencia en la vida política de la Confederación Argentina…”
En 1821 nace su sobrino Felipe Taboada Ibarra, en una época de gran efervescencia política. Felipe  durante su infancia, escucharía seguramente apasionadas e interesantes conversaciones de familiares y personajes de la política así como de extranjeros e investigadores que visitaban el país documentando lo que ocurría en este territorio nuevo que despertaba la curiosidad de los europeos a los que les llegaba noticias de América.
A Felipe, por su situación, se le facilitaría bibliografía sobre arte. Incluso su tía Ana María, fundadora de la casa de Belén (1821) donde se enseñaba pintura y escultura, habría contribuido a ello.
No existe documentación sobre su formación plástica, indudablemente tuvo oportunidad de viajar al Alto Perú o Buenos Aires en las carretas que regularmente cruzaban nuestros campos.
De todas maneras, aunque hubiera accedido a estudios, el artista nace en la labor diaria, en la disciplina del taller y en la exigencia personal por la buena obra.
Como expuso el filósofo francés Alain Badiou, “Las verdades surgen a partir de cuatro procedimientos: el amor, la ciencia, el arte y la política”.
Es así como este joven adolescente se aferra a su ya marcada inclinación artística y, al comprobar las posibilidades de su talento, se deja atrapar por el arte como profesión.
Ya nunca estuvo solo, aislado en el apagado ámbito de un pueblo sin sobresaltos. Su contexto era ágil o expectante, nunca de quietud somnolienta. Tampoco tomó distancia de los acontecimientos políticos y, como buen santiagueño, participó en la medida de sus posibilidades.

Su obra
Imaginería
Realiza imágenes y tallas de santos, de los cuales se conserva una en la Iglesia La Merced.
También realiza numerosas obras en Santo Domingo, San Francisco y otros templos.

Pintura de caballete
En el desarrollo de su labor plástica tuvo predisposición por el Retrato, que por ese entonces tenía un nivel artístico superlativo, además de la importancia que revestía como documentación histórica. Pintó a los Presbíteros Tomás Taboada y Sebastián del Jesús Gorostiaga, también a Fray Cernada. En el Colegio de Belén se conserva el retrato al óleo, tamaño natural, de María Antonia de la Paz y Figueroa. En el Museo Histórico Orestes Di Lullo, se encuentra su autorretrato al óleo.
La inmigración al país en ese entonces era escasa. Las pocas embarcaciones que llegaban al puerto de Buenos Aires traían consigo riquezas, documentos y  testimonios.
Llegarían seguramente a sus manos revistas, periódicos y libros con imágenes y comentarios de las artes plásticas de otros países.
Su naturaleza libre lo llevaba a retratar personajes e imágenes conocidas que lo gratificaban en lo afectivo o en lo espiritual. Pintó a sus hermanos: Manuel, Antonino y Gaspar. También a la Beata, su tía, María Antonia de La Paz y Figueroa.
Analicemos: No conoció personalmente a su tía ¿Por qué la pinta? Imposible que sea un encargo, fue su selección que delata sus predilecciones. En este caso por la admiración de lo que ella encarnaba: era el ejemplo de la convicción y de una fortaleza fuera de lo común.
La “Mama Antula”, de sólida formación jesuita  fundó, entre otras casas, la Santa Casa de Ejercicios Espirituales en la Capital Federal. La Casa, construida con quebrachos santiagueños y que se conserva actualmente, posee varias capillas. Su valioso patrimonio artístico contenía imágenes de bulto de riquísima factura, algunas de origen peruano y, otras, español y portugués. ¿Habrá gozado de esas maravillas Felipe? Si no fue así, con toda seguridad las historias tan cercanas a la Beata deben haberlo conmovido dando rienda suelta a su fantasía e imaginación.
Así fue construyendo su mundo en imágenes, en valores, en proyectos. Se encuentra en su juventud poseedor al mismo tiempo de una belleza física y de una incapacidad que lo hace sentir “diferente”. Efectivamente, sí era diferente, su lucha estaba clara y su rumbo también.
No optó por ser un pintor testimonial. Lo cotidiano, el contexto externo en su vida, la relación entre los personajes y su entorno real son ámbitos que se entrelazan incesantemente en su vida diaria.
Esa frontera entre el quehacer cotidiano y la realidad del mundo en él se difuman. Él vive los escenarios naturales de las historias desde adentro.
Necesita del arte y se aferra a temas mayores, entrañables, que no puede evitar. Acude a su fantasía, por eso “vive y trabaja”. En su quehacer diario sabe de luchas y esfuerzos, de superación de flaquezas y disciplinas y también del goce de la buena obra. De la obra concluida.
Lo entusiasma el trabajo, es conciente del privilegio de haber encontrado su sentido. Si hay un Dios, está cerca, lo mira. En su gabinete con el olor de los óleos y aceites rodeado de sus telas, tablas, pinceles,  el silencio es presencia. No hay un piano que lo acompañe, ni mujer que admire su hermosura. Pero Felipe no está solo, tiene una fuerza interior que lo empuja, ¿hacia dónde? …
Cada noche sueña. Sueña con el alba para concretar más y más obras. Ya probó su talento y disciplina. Ahora puede soñar. Sólo es necesario tiempo, que su mal no avance, lo demás … es lo demás. Él puede ya con su destino.
Lo que Dios le quitó con una mano se la dio con la otra. El puede …

Vitraux
Realiza con las técnicas de ese momento esa labor tan artesanalmente delicada para las puertas principales del templo de La Merced, que perduran hasta nuestros días.
Las imágenes de Vírgenes, de escudos mercedarios, símbolos religiosos, los clavos de la pasión que hacen a la historia de la iglesia quedaron plasmadas allí.

En la iglesiaLla Merced
Su obra en este templo es particularmente relevante ya que su tío, Juan Felipe Ibarra, le encarga la decoración completa del templo. Felipe Taboada acomete tal obra durante ocho años hasta la caída del gobierno de su tío.

Escultura
Realiza un Cristo crucificado, en madera, hoy emplazado en el muro testero del altar mayor de la Iglesia de la Merced.  Al decir de Di Lullo “era un Cristo sumamente expresivo”. Contaba con dos ayudantes santeros santiagueños, Guzmán y Ábalos.
También se destaca la talla del Señor de la Misericordia, encargo de su tía Ana María Taboada, fundadora de la Casa de Belén, para la capilla.

Muralismo
Ibarra le encarga la pintura mural del templo La Merced, propuesta artística importante dada las dimensiones de los muros y la importancia del templo.
¿Puede alguien hacer caridad con la obra que más valora y que atesora entre sus paredes la Virgen a la cual nombró patrona de la ciudad?
¿Podría pensar el General en arriesgar la calidad de las imágenes, pinturas y decorados sólo para beneficiar a su sobrino?
¿Sabía Ibarra de muralismo o es su sobrino quien propone realizarlo en las técnicas del fresco? Fue Felipe quien, conocedor de estas técnicas, propone, decide y arriesga en la institución más cara en ese momento para el discutido y temido personaje gobernante y de la feligresía santiagueña. ¿Tan seguros estaban ambos que estaría a la altura de las expectativas? Seguramente, sí.
Para Felipe sería “La Obra”. Había leído de las pinturas al fresco en las iglesias de Europa, como también gozado de las hermosas tallas cuzqueñas tan cercanas en el tiempo y existentes algunas en Santiago.
¿Cómo concibió los murales? Debió planificar qué imágenes tendrían estar presentes y la naturaleza y el carácter de las mismas.
El propósito sería transformar lo irreal, lo divino, lo religioso en una realidad creíble para los espectadores. Provocar el sentimiento de presencia, de protección de esas vírgenes y de esos ángeles como si fueran conocidos y cercanos. Debía contar una historia verosímil y, si lograba conmover, su objetivo estaría cumplido. Este sería su aporte desde la plástica.
Acometió la obra con fervorosa dedicación y cubrió  aquellos muros de imágenes de vírgenes, cielos y ángeles arcabuceros.
Mientras trabaja él vive un presente fantástico. Es feliz seguramente. Todos los días se siente llamado a ese ámbito donde es el líder en ese pequeño gran refugio. Él es el elegido para demostrar su capacidad ante las discapacidades con que se enfrenta diariamente. Allí, en cambio, sube con sus propias fuerzas a los andamios que le permiten alcanzar la altura necesaria. Es observado y admirado. Responde consultas con solvencia. Hay algo de vanidad en su persona, en su trabajo, pero ella en su caso, también le es necesaria.
Se disfrutó largamente de la suntuosidad de las obras artísticas a lo que debemos agregar el lujo del Altar Mayor y del Púlpito, de las tallas de los confesionarios. Lamentablemente con el terremoto de 1861 caen los murales y, con ellos, la obra de Felipe Taboada.
Todo le fue difícil a este artista precursor, así como lo fue reconstruir su historia, pero como la escritura es un arte y hacer de la vida un arte un propósito, también la imaginación, que es la llama de la inteligencia, es la que insuflará siempre a quien quiera rescatar del olvido a personajes ejemplares que forman nuestra fibra más digna.
Si tenemos en cuenta que en las artes plásticas “de la carencia nace el estilo”, en el caso de Felipe, su discapacidad física le permitió desarrollar su fuerza moral o espiritual y vivir para el arte. Ése fue su estilo.

Muerte
“A raíz de la caída de Rosas, invadió la provincia de Santiago del Estero, el General Celedonio Gutiérrez, gobernador de Tucumán. El pintor Taboada a pedido de su hermano Antonino, monta a caballo como muchos otros para correr a la defensa del terruño. Peleó bravamente y murió en la refriega en plena juventud” en 1853.
Esto ocurrió en un momento de su vida en que no conocía el decaimiento, que sólo sabía de superación personal, de sublimación de carencias. No pudo continuar su obra primigenia.
Si hubiese vivido años más, seguramente hubiera formado seguidores y, a no dudar, hubiera pintado nuevamente los murales de la Merced, derrumbados con el terremoto de 1861.
Respecto de su muerte es interesante rescatar la carta que dirige a la Honorable Sala de Representantes en 1852: “… ejercí desde el año 44 el oficio de arquitecto, escultor y pintor en los trabajos que se emprendieron en el gobierno del Gral. Ibarra … que aunque humildes, atestiguan mi piedad sin salario…”
También es de destacar la carta que escribe a su amigo, el Capitán don Gaspar Sequeira, desde Cruz Grande: “… esta noche espero el desenlace de todo el movimiento del norte, o que se rindan o que me maten…”
Su muerte cobra una significación vital, es un profundo impulso para los protagonistas de hoy y del futuro. Muere luchando por una causa valiosa.
Murió como vivió, con el espíritu de lucha que caracterizó su vida.

Epílogo
Por qué pensar la vida de Felipe Taboada?
Para saber que hay otro mundos posibles, comprobar la realidad de los sueños, de la realidad interior, del mundo interior.
Lo intangible, lo que imaginamos ¿es más o menos real que el mundo exterior?
El equilibrio entre estos dos mundos es siempre dinámico. La carencia de uno genera la actividad del otro.
Entonces, como personas, ¿qué nos salva? ejercer, desarrollar los dos mundos, ya que si nos volcáramos al mundo exterior solamente siempre necesitaremos para ello de la fuerza, del impulso, del fuego interior para avanzar.
Es el desarrollo de la riqueza interior lo que permite trascender al artista.
En el caso de Felipe, su incapacidad física, la carencia exterior, es el bastón moral que lo ayuda a elevarse sobre sí mismo y trascender. A trascender a sus fuerzas y a la historia de Santiago del Estero.


Biliografia
Luis C. Alén Lascano, “Trayectoria histórica de una obra espiritual”, Boletín Oficial de la Provincia, Santiago del Estero, 1961.
Luis C. Alén Lascano, “Estampas históricas navideñas”, Gobierno de la Provincia de Santiago del Estero, 1991.
Luis C. Alén Lascano, “Los orígenes de Santiago del Estero”, Marcos Vizoso Ediciones, Santiago del Estero, 2006.
Alain Badiou “Lógica de los mundos. El ser y los acontecimientos”, Manantial, 2008.
Agustín Chazarreta “Tradiciones Santiagueñas”, Santiago del Estero, 1953.
Orestes Di Lullo, “El General Antonino Taboada”, Santiago del Estero, 1953.
Andrés A. Figueroa, “Los papeles de Ibarra”, Editorial Oficial, 1942.
Marta Flores Taboada, “La plástica en Santiago del Estero”, Editorial El Liberal, 1990.
Alfredo Gargaro, “Los Taboada…”, Santiago del Estero, 1935.
Pablo Lascano, “Mis bosques”, Escuelas Técnicas Municipales Raggio, 1970.
Jorge Newton, “Manuel Taboada”, Editorial Plus Ultra, 1972.
Amalia Gramajo y Hugo Martínez Moreno “Los Templos de Santiago de Estero”,  Editorial V Centenario, 1995.
Felipe Taboada, Cartas - Archivo del Museo Bartolomé Mitre, “Los Taboada”, Capital Federal.
Gaspar Taboada “Los Taboada - Luchas de la organización nacional”, Imprenta López, Buenos Aires, 1929.
De un artículo de Adriana Ramos Taboada, en Sitiales, editado por la Academia de Ciencias, Artes y Letras.

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