miércoles, 4 de noviembre de 2015

El quichua no se transmite a las nuevas generaciones

Grissel Argentina Herrera
Juan Manuel Aragón

Los jóvenes son reticentes a hablarlo porque “siempre fue motivo de burla”, “queda mal”, “es una lengua incompleta” o “nos abocamos al castellano”.

Por qué los viejos hablantes del quichua no lo enseñan a los hijos es la pregunta que motivó a este informe, un intento de aproximación a una respuesta desde los mismos quichuistas, para saber por qué se va perdiendo esta lengua y qué posibles influencias pueden haber tenido los medios de comunicación masivos. Los entrevistados dijeron que a sus hijos no les gusta este idioma: “nos abocamos al castellano”, en el que “todos nos entendemos”. Sostuvieron que “queda mal” o que “los jóvenes son reticentes para hablarlo”, porque “siempre ha sido motivo de burla”. Y también lo definieron como “un dialecto, una lengua incompleta”.
La realidad es que se está perdiendo el quichua, que en algún tiempo fue la lengua materna de muchos santiagueños en el campo y en las ciudades. La mayoría de quienes lo han estudiado apuntan a la escuela como la principal responsable de su desaparición. Hoy ya se sabe que no es útil ni conveniente despojar a los niños de su lengua materna, sin embargo en los últimos tiempos hubo como una aceleración de su desvanecimiento en casi todo Santiago. Durante muchos años no hubo una gramática al alcance popular, situación que fue solucionada al aparecer el “Diccionario quichua santiagueño”, de Domingo Bravo, que ideó una nueva ortografía, adecuada a los tiempos modernos. Con esto se rompió la barrera de un idioma ágrafo, es decir que quienes lo hablaban, tuvieron acceso a su forma escrita. Y la vergüenza que muchos sentían al hablarlo también se rompió con la aparición en los escenarios de Sixto Palavecino y el programa radial “Alero quichua santiagueño”, con el cual dejó de ser una lengua estigmatizante.

“Isla filológica”
El poeta e investigador suncheño, Alfonso Nassif, desde sus conocimientos del idioma, ya que lo habla desde niño como muchos en la provincia, elabora una teoría distinta e inédita hasta ahora, sobre el origen y difusión de este idioma en Santiago. Esta nueva idea podría dar una pista también sobre las raíces de su actual estado.
Ricardo Rojas enunció una verdad que tenía valor en su época: “Lo que hace de Santiago una isla filológica, marcándola con fuerte individualidad, es la desaparición del quichua en las provincias limítrofes y su conservación en la mesopotamia que limitan el Salado y el Dulce”. Al tiempo en que era enunciada, principios del siglo XX, esta aseveración ya venía  dejando de tener vigencia. Si hubo políticas oficiales en el ámbito escolar, interesadas en terminar con el bilingüismo de muchos pueblos de Santiago, la tendencia se revirtió en los últimos veinte o treinta años, con la prédica de algunos especialistas y artistas que revitalizaron y revaloraron esta lengua. Sin embargo, desde hace unos años se aceleraron los tiempos rumbo a la firma de su acta de defunción.
Se debe recordar, sólo como un argumento menor para su estudio y difusión, que este idioma nombra la mayoría de los topónimos de casi toda la Argentina que alguna vez fue colonial. Por lo que su conocimiento sería fundamental para saber sobre qué bases están parados los argentinos.

Felisa Ruiz y Mariano Herrera
“Ya no quedan como antes”
Felisa Ruiz, de 76 años,  vive en las afueras de la ciudad de Loreto, en el Kilómetro 100, del camino que va a Laprida. En la entrevista aclara que aunque nació en Atamisqui al documento se lo sacaron en  Sauce Solo.
“Mi mama se llamaba Viviana Villalba. Toda la familia hablaba castilla y quichua. Yo entiendo todo y hablo los dos”, dice en la entrevista que se le realizó en su casa.
-¿Usted les enseña a su hijos o nietos?
.No. Ellos hablan castellano. A ellos no les gusta hablar en quichua.
-¿Aprendió escuchando o le enseñaron?
-Escuchando.
-¿Sabe escribir?
-No yo no sé escribir. A mí no me mandaron a la escuela. Me mandaron a cuidar la majada, teníamos más de 200 animales.
-¿A qué edad vino a Loreto?
-Hace 35 años que vivimos aquí. Mis padres eran de Sauce Solo.
-¿Había escuelas?
-Sí, pero no como ahora, antes no sabían exigirlos como ahora para que vayan a la escuela. 
-¿Qué sabe hacer?
-Yo sé hilar, mientras cuidaba las ovejas lo hacía. También sé torcer, teñir y tejer. Hasta ponchos hacía.
-¿Cómo ve hoy el quichua? ¿Hay mucha gente que lo habla?
-No ya no quedan como antes.
-¿Le gustaría que se enseñe el quichua en la escuela?
-Sí, para que no se pierda.
-¿Le da vergüenza hablar en quichua?
 No. ¿Por qué me va a dar vergüenza, digamé?

En un adelanto exclusivo para este trabajo, Nassif, expone una teoría tan improbable como las de Manuel Lizondo Borda, Orestes Di Lullo, Domingo Bravo o Emilio Christensen. En su  anunciada tercera edición de la “Antología de poetas santiagueños”, todavía inédita, sostiene que “los primeros núcleos (se está refiriendo a los yanaconas o indios de carga que llegaron a Santiago en la primera entrada, de Diego de Rojas) temerosos por los castigos de los blancos, ganaron los bosques y fueron poblando principalmente lo que hoy son los departamentos  Atamisqui y Salavina. Fueron  Soconcho y Medellín y sus aledaños, lugares de congregación de varias etnias pertenecientes a nuestra provincia y asimismo puerta de entrada a los  nuevos núcleos formados por hombres incarios y mujeres nativas y origen del arraigo del quichua peruano…”.
Es decir que frente a quienes sostenían que el quichua era autóctono en Santiago o traído por los expedicionarios de Juan Núñez de Prado, Nassif se inclina por otorgarle la autoría del arraigo de esta lengua en la provincia, a las huestes de Diego de Rojas. En una entrevista que dio a los autores de esta nota sostuvo:
-Por supuesto que no tengo pruebas de lo que digo. ¡Pero Lizondo Borda, Di Lullo, Bravo o Christensen tampoco las tienen!

“El verdadero es el de los bolivianos”
Mariano Herrera de 86 años, oriundo de Sauce Solo, casado con Felisa Ruiz sostiene que habla el quichua desde niño, “desde pichones, cuando andábamos a la escuela sabíamos hablar quichua”. Con él aparece un elemento nuevo para considerar: el hecho de que algunos crean que el quichua boliviano  es el “verdadero”. Este concepto, aunque referido a los peruanos, será repetido también por otro entrevistado.
-¿En la escuela le enseñaban?
-No, hablábamos entre nosotros solamente. El maestro que teníamos sabía hablar pero era muy malo. Nos ponía en penitencia cuando peleábamos, dos o tres horas en el rayo del sol.
-¿Sus padres hablaban en quichua?
-Sí, más quichua que en castellano. Hay gente que es muy duro para hablar en castilla.
-¿De chico hablaba los dos idiomas?
-Más que nada quichua.
-¿Usted les enseña a sus hijos?
-No, porque ellos quieren hablar en castellano nada más.
-¿Se va perdiendo el quichua?
=Sí. Más con estos inventos de la televisión, y la radio, que antes la gente no conocía, se está perdiendo.
-¿Escuchaba en la radio a Sixto Palavecino?
-Sí, lo escuchábamos y le entendía.
-¿Los comerciantes, los médicos y demás sabían quichua para entender a la gente que venía a  hacerse atender?
-Si, por ejemplo el médico entiende quichua porque hay mucha gente que viene del campo.
-¿De dónde proviene el quichua?
-No es el quichua verdadero, dicen que el verdadero es de los bolivianos.
-¿Por acá pasaron los bolivianos?
-Sí muchos, y yo los conocía cuando trabajábamos en los ingenios de azúcar en Tucumán o en la desflorada. Pero no nos entendíamos, hablábamos distinto. Dicen que ellos saben hablar el quichua verdadero. Ellos venían de los cerros a trabajar.
-¿Habla con mucha gente?
-Por aquí cerca hay muy poca gente.
-¿Cuando no quieren que los chicos se enteren de qué hablan, utilizan el quichua?
-Así es. Siempre fue de esta manera.
-¿Donde hizo el servicio militar?
-En Salta.
-¿Hablaban quichua?
-No, eran cerrados.
-¿Ha salido muchas veces de la provincia?
-Sí, anduve para el norte, sur, para todos lados. Yo hace más de 40 años que vivo aquí y aquí la conocí a mi esposa.

Víctor Erasmo Bonahora
“Cuando vamos a usarlo tenemos vergüenza”
Victor Erasmo Bonahora tiene 76 años, es de Punua, en el departamento Loreto. “Yo me crié en Punua, Plato Paquishcka, departamento Loreto, mis abuelos eran muy quichuistas. Yo aprendí escuchando” dirá.
-¿De dónde viene el quichua?
-Escuchábamos que esto viene de parte de los bolivianos que pasaron por acá alguna vez pero no tengo bien en claro cuándo, puede haber sido hace 100 o 200 años. Quedó aquí, pero es un quichua  deformado, no el verdadero.
-¿Usted donde cree que está o surge el quichua verdadero?
-El peruano.
-¿Por aquí pasaron los peruanos?
-Parece que no, pero los bolivianos han tomado esa lengua, pasaron por acá y nos dejaron esto.
-¿Qué aprendió primero usted?
-Yo me acuerdo que desde los 5 años en adelante que toda mi familia hablaba en quichua. Yo entendía y respondía a ellos.
-¿Fue  a la escuela?
-Si allí nos enseñaban en castellano, y no se hablaba quichua. No había una tendencia pura para decir el quichua esta acá. La juventud en algunas partes tenía vergüenza de hablarlo solo lo hacía en la casa. Yo he descubierto que hay mucha gente que sabe hablar quichua pero no la quiere hacer por vergüenza. Yo creo que es una lengua que no tiene valores, es tonta la idea de querer renovar esta lengua.
-¿Qué sentía usted cuando lo escuchaba a Sixto Palavecino?
-Lo entendía perfectamente. Yo creo que es una lengua que se está perdiendo. Y más en nuestra provincia donde no es el quichua verdadero.
-¿No será que les trae recuerdo de la pobreza?
-No es un concepto vàlido. Si, muchas veces hasta el castellano, cuando vamos a usarlo tenemos vergüenza, imagínese de una lengua antiquísima como el quichua que es un dialecto, una lengua incompleta. La mayoría sabe hablarla pero no sabe escribirla.
-¿Tiene poesía el quichua?
-Sí,
-¿Sirve para sacar cuentas?
-Sí. Pero el que sabe contar hasta cinco. Y no sé si hasta los bolivianos saben contar.
-¿Escuchó hablar a bolivianos?
-Sí, pero no nos entendemos. Yo soy un fanático de hablar quichua, adonde vaya me gusta hablar con gente que entienda.
-¿Tiene hijos? ¿Les enseñó a hablarlo?
-No, porque no estoy obligado ni pendiente de esta lengua. No abrazamos el quichua sino que nos abocamos al castellano donde todos nos entendemos.
-¿Esta lengua hace referencia a un tiempo que ya no es?
-Sí, el quichua esta muerto para mí.
-¿Quién  lo mató?
-El mismo hombre, al optar por otras lenguas más expresivas, profundas y claras. Hoy muy poca gente habla el quichua.
-¿Si el idioma ha muerto es porque no se lo transmitió?
-Yo acepto que si alguien dijo que esta lengua ya está terminada porque se la ha analizado toda y no se la puede mejorar. Y se escapa hasta de nuestros genes, lamentablemente ya fue. Podemos tener recuerdos para las nuevas generaciones, pero transmitirla ya no. Ni recuperarla. Creo que hoy todos los que hablamos desde chicos, la disfrutamos, nada más.

Según Nassif, y en eso coincide con la mayoría de los investigadores, el quichua fue traído desde el Cuzco por los yanaconas y algunos españoles, en su mayoría sacerdotes, que lo aprendían para evangelizar a los indios en su propio idioma. De los naturales del Cuzco que llegaron a Santiago con la expedición de Diego de Rojas, Nassif afirma: “Seguramente no pueden volver 3.000 kilómetros. Atrás quedó el pasado. El imperio inca derrotado. Vencido. Dominado por los mismos que ahora los esclavizan.  En  Soconcho encontraron un lugar seguro y sobre todo la libertad”.

Isidora Nicasia Pacheco
“El quichua nació en La Noria”
Isidora Nicasia Pacheco, de 49 años de edad, afirma que el quichua nació en su pago natal. “Yo soy oriunda de La Noria, departamento Loreto. Liberata Pacheco se llamaba mi abuela. Ahí en La Noria todos los pobladores hablaban quichua. En fiestas, en reuniones, diariamente hablaban en quichua. Y no sólo los grandes hablaban, sino  también los jóvenes. Ahora los chicos no quieren que hable el quichua diciendo que queda mal porque los otros no entienden.”
-¿Les enseñó a sus hijos?
-Mis hijos entienden pero lo hablan poco.
-¿Cuándo va al centro de Loreto habla en su lengua materna?
-Sí, cuando nos juntamos lo hacemos.
-¿De dónde viene el quichua?
-Es una lengua muy antigua. Me contaban mis familias que antes la gente no hablaba castellano solo se manejaba con el quichua. Antes cuando viajaban en el colectivo la gente solo hablaba en quichua, y el colectivero muchas veces no les entendía.
-¿Dónde surge esta lengua?
-Yo creo que en La Noria. Hoy los jóvenes están civilizados porque ahora hay más educación, porque antes no había escuelas y ahora hay por toda la zona.
-¿Sabe regresar a La Noria?
-Sí, ahí está mi madre que habla en quichua.
-¿En qué sueña? ¿En quichua o en castellano?
-En castellano. Pero también tuve sueños hablando en quichua con mi abuela
-¿Se lo sigue usando?
-Hay gente que sigue hablando. Ya no quedan los quichuistas puros de esos que hablaban solamente esa lengua. Ya se está terminando la gente de antes.
-¿Cree que se están perdiendo?
-Si un poco. Hace 12 años cuando vine a Loreto,  a mi primer hijo le daban clases de quichua en la Escuela Nacional y sacaba muy buenas notas porque el sabía.
-¿A ellos les da vergüenza hablarlo?
-A ellos sí.
-¿Escuchaba a Sixto Palavecino?
-Sí, lo escuchaba y me gustaba.
-¿Sabe versos en quichua?
-No.
-¿Fue a la escuela?
-Fui hasta tercer grado.
-¿Sabe escribirlo?
-No. Y mis ancestros solo lo hablaban.
-¿Es más cómodo hablarlo allá, en esos pueblos, que aquí en la ciudad?
-Y, sí.
-¿Cree que se está perdiendo la lengua?
-Sí, sería bueno que la enseñen en las escuelas.
-¿Para qué serviría?
-Para que no se pierda la legua que forma parte de nuestra tierra.
-¿Qué oficio aprendió?
-Coser, tejer, hilar
-¿A qué se dedica su madre?
-Es ama de casa.
-¿Tenían animales?
-Cabras, ovejas, pero ya no queda nada.

Plácido Leguizamón
Un habla prohibida
Plácido Leguizamón tiene 65 años. Es docente retirado de la actividad y comerciante, con un negocio al lado de la Terminal de ómnibus de Loreto. Auspicia un programa de radio en el que se habla quichua. Al final de la entrevista reconoce que esta lengua no tiene futuro, que está desapareciendo o que su influencia se redujo a unos pocos lugares.
“Hace 15 años mas o menos yo fui docente en el departamento Quebrachos, allá el 90 por ciento de los pobladores hablaba el quichua, los chicos que iban a la escuela todos lo entendían. Nosotros los docentes teníamos dificultad para entenderlos. Había otro problema, que era la exigencia de las autoridades nacionales de prohibir que se hable el quichua, porque querían ajustarse a las facultades del castellano. Chocábamos con la dura realidad de que los chicos no entendían. Inclusive a mí y otros docentes nos llamaron la atención por hablarlo.”
¿Usted lo hablaba de antes?
-Sí, porque mi padre era de Chilca La Loma (Atamisqui) y mi madre era de Ayuncha una parte quichuista. Yo nací en Loreto y por la relación con la gente, teníamos que entenderlo. En Atamisqui predominaba más. Desgraciadamente ha sido una influencia negativa el prohibirlo. Y los chicos que pasaban por las escuelas debían hacer prevalecer el castellano.
-¿De donde proviene esta lengua?
-Quienes vivimos cerca del río Dulce estábamos a la vera del camino Real que comunicaba el Alto Perú con Buenos Aires y de Loreto nos separaban ocho kilómetros. El desplazamiento de la gente y el Ejército que iba del Alto Perú a Buenos Aires hacía necesarias las postas, aquí había cinco ó seis donde se establecía la gente que hablaba en quichua. No sé si recuerdan que la declaración de la independencia estaba escrita en quichua.
-¿Quién trajo el idioma entonces?
-No serían específicamente los españoles sino los que se desplazaban con ellos.
-¿Los peruanos?
-Los peruanos y descendientes de españoles con los indígenas. Era más fácil para los españoles aprender quichua que para los indígenas aprender el español.
-¿La radio y la tele contribuyen a la desaparición del quichua?
-Sí, alguna influencia han tenido. A la lengua se le dio mayor impulso con gente que intentó levantarla con el Alero quichua santiagueño un programa excelente que era captado por muchísima gente.
-¿Le gustaba?
-Sí, yo tengo libros de Domingo Bravo que hacían muy interesante el quichua. Tiene muchos sinónimos para designar objetos o lo que quiera decir.
-¿En el campo la mayoría lo entiende y habla pero no lo escribe?
-Sí.
-¿Por qué los padres no les enseñan a hablar a sus hijos?
-Porque siempre ha sido motivo de burla en las ciudades especialmente. Los consideraban gente sin instrucción, “shalacos”. En los lugares donde ellos vivían sí se practicaba y aun quedan pueblos donde la gente sigue hablando quichua. Yo auspicio programas como el que se difunde en una radio de Brea Pozo, que es conducido por un docente que lo promueve y lo difunde.
-¿Vale la pena recuperarlo?
-Yo creo que vale la pena, forma parte de cada persona. Hay culturas que mantienen costumbres, es una forma de preservar la identidad.
-¿Hablarlo remite a un ámbito rural?
-Si, a un reducto en donde todavía se lo sigue practicando.
-¿Se acuerda del quichua y cosas del campo?
-Casi siempre son cosas referidas al campo.
-¿Los que vienen a la ciudad tienen  vergüenza de hablarlo?
-Generalmente los mayores no, pero los jóvenes sí son un poco más reticentes, aunque en sus lugares sí hablan.
-¿Cuál de los le gusta más?
-Al quichua hay que practicarlo continuamente para que no se pierda. Mis padres hablaban los dos idiomas y yo creo que los aprendí a los dos al mismo tiempo.
-¿Alguna vez se sintió orgulloso de hablarlo?
-Sí, y me sigo sintiendo orgulloso de mis orígenes.
-¿Tiene futuro esta lengua?
-Así como van las cosas, no. Si tenemos que ser realistas no. Va desapareciendo o reduciendo solo a unos pocos lugares.

Fuentes
Lugar: Loreto, a 60 kilómetros de Santiago del Estero, capital.
Entrevistados:
Felisa Ruiz
Mariano Herrera
Víctor Erasmo Bonahora
Isidora Nicasia Pacheco
Plácido Leguizamón
Autor entrevistado: Alfonso Nassif (escritor y poeta de Suncho Corral).

Autores consultados: “Folklore santiagueño” de Julián Cáceres Freyre, (inédito). “Antología de poetas santiagueños”, de Alfonso Nassif (tercera edición inédita). “El quichua de Santiago” (artículo aparecido en la revista La Brasa, año II número 4, de 1928). “Diccionario quichua santiagueño”, de Domingo Bravo (editado por la Universidad Nacional de Tucumán). “El país de la selva”, de Ricardo Rojas (ediciones Guillermo Kraft).

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