viernes, 8 de julio de 2011

Jorge Rosenberg

Jorge Rosenberg.

Poeta de la ciudad escribiendo para atrás

Jorge Rosenberg nació en 1948 en Santiago del Estero. Licenciado en sociología, es sumamente conocido en esta ciudad por una exitosa serie de viñetas de la sociedad local, publicados durante varios años hasta la actualidad en un diario local y sucesivamente como libros.
Dijo de él José Andrés Rivas, decano de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Santiago del Estero: “Cuando el poeta se repliega en sí mismo el mundo que lo rodea desaparece y sólo existe aquel universo interior que lo habita. Este es un lejano oficio de poetas para quienes el territorio de su alma puede a veces coincidir con el territorio de la geografía que lo circunda; pero otras veces, no.
“Una inquietud de este tipo aparece en la poesía de Jorge Rosenberg, para quien el poema suele ser el territorio donde se agitan los fantasmas familiares, las voces del recuerdo que llegan a través del lejano tamiz de la nostalgia. La referencia constante a las imágenes de la infancia, a la ausencia del padre añorado, a la presencia de la madre, son los reflejos de una antigua batalla en donde se funden las dos tradiciones culturales que lo habitan: la judía y la criolla.
“Cuando él confirma en los poemas de La pelota de la luna (1987) su inevitable condición de "santiagueño por atardecer" anuncia un antiguo amanecer en que una parte de sus antepasados llegaron desde muy lejos. Millones de habitantes de un país, que otrora atraía a la inmigración, compartimos ese pasado. Pero en la poesía de Jorge Rosenberg ese regreso a los orígenes y la confirmación de identidad aparecen como una inquietud permanente.”
Jorge Rosenberg es actualmente director de la Biblioteca 9 de Julio.

Una cerveza rubia de amor

Harto de ver tantos coñalos en bicicleta exclamo que la primavera llegue ya, aunque falte como un mes en el calendario.
Hemos tenido mucho frío, demasiado frío para Santiago, muchos coñalos he visto en bicicleta.
Pero sobre todo el frío ha sido como siempre un enemigo terrible para los niños pobres. Por eso exclamo que se adelante la estación de las flores y el amor.
Lamentablemente hasta hoy, 13 de agosto, ningún lapacho florecido, no. Ningún tordo híbrido negro y gozoso balanceándose en una rama joven de un brachito. Wiñi pichón.
No obstante, siendo las 16 horas de uno de los jueves que prosaba Vallejo, un hálito de ternura me ha roza la oreja y el espíritu.
Ella va a venir, estoy seguro que ella está muy cerca. Uno espera de sus colores lo que espera del amor, una dulce fragancia, una mirada tan profunda como La Boca del Tigre.
Ya no está el kiosquito de Tribunales, si no ya estaría ahí, mucha cerveza rubia, el silencio necesario para meditar, un tutti-fruti para ella, primavera hermosa, incontrolable placer de estar vivo y pensando en la vereda de Los Tribunales. Me gustan tanto esos contrastes, la cerveza helada versus la Justicia que por las noches duerme, me gusta el aparente desamor de la noche, de las noches de viajero de la vida versus esperanza.
Ya no existe aquel kiosco de lata, con sillitas y mesitas en la vereda, poco importa, tenemos todo el Parque y la historia de amor puede continuar.
Ya no descienden los prisioneros por esa escalinata de la Alcaidía de Tribunales, aquel espanto no volveré a ver, tampoco el kiosco de aire puro.
Todo se va con el olvido, menos los ojos del desconsuelo, menos la historia de amor que puede continuar.

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