Rody Beltrán. |
La fotografía, el cine, el periodismo
Estaba de espaldas a la policía para tomar la escena de la gente que corría hacia la plaza San Martín huyendo de los disparos que salían de la Casa de Gobierno. Todo era movimiento en derredor, pero permanecí inmóvil para atrapar esas imágenes; estaba solo en medio de la calle como un blanco perfecto. El estampido de las armas de fuego no dejaba de sonar, por un instante pensé que una bala me iba a atravesar la espalda”. Durante algunos años las marcas de esas balas permanecieron en una construcción de la esquina de Rivadavia y Absalón Rojas, testimoniando la furia de aquella jornada del año 93, que la historia hoy recuerda como el Santiagazo. El relato es de Rody Beltrán, fotógrafo, periodista, escritor y cineasta. Galardonado a nivel nacional e internacional, su trabajo abarca desde el testimonio periodístico hasta la fotografía artística, culminando en una importante producción cinematográfica, que actualmente está en pleno proceso creativo rescatando la vida de los pueblos del interior.
Beltrán no niega que el miedo está presente en medio de las balas, pero asegura que arriesgaría su propia vida por una fotografía. Ante sucesos como los del santiagueñazo considera que el fotógrafo tiene obligado a no huir. “Si no fuera por esas fotografías nadie podría llegar a ver como fueron esos momentos. Mientras el hombre común se pone a resguardo, yo tengo que hacer lo contrario porque este es mi trabajo; si no hay fotos la historia pierde valiosos testimonios. En el futuro las generaciones por venir podrán apreciar lo que sucedió en Santiago”.
¿Qué sería de la humanidad sin la fotografía?, plantea Beltrán de manera absoluta y sentencia que ella ha testimoniado durante casi dos siglos los hechos de la humanidad. Para fundamentar recuerda que la fotografía fue vislumbrada por el genial Leonardo Da Vinci, haciéndose realidad recién en 1824 de la mano de Nicéphore Niepce, comenzando desde ese momento a tomar registro de todos los hechos de los hombres. A finales del Siglo XIX los hermanos Lumiere crean el cine que no es otra cosa que una sucesión de fotografías en movimiento, y que hoy consideramos unánimemente como el séptimo arte, reflexiona mientras asegura que por ser la fotografía la madre del cine, es un arte indiscutible.
Su primera cámara fue la elemental y accesible Kodak Fiesta, y su primer modelo una niña de su familia. Allá por sus 14 años de edad el arte de la fotografía no mostraba muchos cultores en Santiago, pero ahorrando peso sobre peso abrió la puerta hacia esa pasión que jamás habría de abandonar. Todo comenzó de manera intuitiva por la fotografía artística, pasando por los paisajes, hasta perfeccionar su técnica de retrato, “que es en lo que mejor me expreso”.
Hacer de la fotografía una profesión lo llevó a estudiar cine en Buenos Aires (en la Escuela Panamericana de Arte). De su maestro Oscar Gamardo (quien fuere compañero de Roman Polanski en la universidad de Lots en Polonia), aprendió no sólo invalorables conocimientos de fotografía sino también el compromiso social que debe tener un fotógrafo con su cámara.
Aquellos ideales de juventud parecen estar aún presentes, dado que cuando regresó a Santiago lo hizo para volcar sus conocimientos en su tierra natal y esto lo testimonian todas sus películas, y quizás más cabalmente su último trabajo, “Así es mi Santiago”, donde refleja el paisaje, las costumbres, la gente y la música santiagueña.
Esa búsqueda permanente a través de la fotografía lo acercó también a los medios de prensa. Sus trabajos fueron tapas de los diarios y revistas de Santiago y del país. Con las fotos del santiagueñazo obtuvo el premio nacional de 1993 por la portada de la revista Noticias, trabajo que desde luego se difundió por el mundo. Otros trabajos suyos alcanzaron halagos similares, como las fotos del motín de 1985 del Penal de Varones.
Su cámara retrató el regreso de Perón a la Argentina, la masacre de Ezeiza, los disturbios en la Plaza de Mayo cuando la asunción de Cámpora; y quizás esa violencia que imperó en los 70 lo haya marcado como corresponsal siempre dispuesta para apuntar el objetivo en la primera línea de fuego. “Junto a otros compañeros nos forjamos en una época muy violenta de país; pertenezco a la generación de los desaparecidos, a esa generación que debió exhibir capacidad intelectual y coraje. Cuando trabajo y hay balas, bombas, palos o fuego, hago abstracción de todo lo que es peligro y me sumerjo en mi tarea, sin tener en cuenta para nada la posibilidad de riesgo”, asegura.
No tengo paciencia para enseñar fotografía a quien después se va a dedicar a fotografiar a su mascota. Sí pongo empeño en acompañar a quien tenga intuición artística y que necesite conocimientos técnicos para expresarse mejor. Hoy la mayoría de la gente tiene acceso a la producción fotográfica, con la cámara digital, la familiar y hasta con el teléfono. Obviamente hace falta educación en el manejo de la imagen. Esto es lo que deberían considerar y tener en cuenta quienes educan desde el Estado, debe haber una apertura para que quienes conocen este arte ilustren a los jóvenes, para que puedan expresarse a través de la imagen.
“La fotografía es el arte de detener el tiempo en la vida de una persona o una cosa. Es ese instante y nunca más, es irrepetible. Es un destello de creatividad en el fotógrafo para que esa imagen sea trascendental”.
-¿Qué imagen elegiría para representar a Santiago?
-Me introduciría en el río Dulce para fotografiar el Puente Carretero, porque es Santiago del Estero.
-¿Qué es más importante una foto o su vida?
-La foto, siempre la foto porque es la razón de mi vida.
Entrevista de Ariel Sequeira, en El punto y la coma.
Puente carretero con sirena
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