"Las desigualdad obligó al silencio" |
*Hebe Luz Ávila
Por qué las mujeres
Me atrevería a aventurar que Anónimo, que tantos poemas
escribió sin firmarlos, era a menudo una mujer.
Virginia Woolf.
La mujer individualizada como sujeto de un discurso
intelectual es algo muy nuevo en la larga historia de la humanidad, ya que
desde hace mucho menos de un siglo recién el foco de algunos sectores del pensamiento
se ha centrado en la mujer. Con la aparición del feminismo – considerado como
una oposición moral a la dominación masculina- se pone de relieve algo al
parecer antes no notado: que las formas de pensar en los diversos ámbitos de
las sociedades están plasmadas por y para las personas del sexo masculino. En
efecto, el discurso de la historia, la filosofía, la política, y hasta el
religioso siempre se ha formulado desde la primera persona del masculino. Más
aún, el sujeto de la historia - desde el hombre de las cavernas, el medieval,
el renacentista, etc. – siempre ha sido masculino, lo mismo que todo el
pensamiento humanista tradicional. Decir "las edades del hombre" para
referirse a la evolución de toda la humanidad es un ejemplo de este pensamiento
androcéntrico, pues con ese término no se sabe si, o se intenta englobar a las
mujeres, que en ese caso forman parte de él invisibilizadas o, si no fuera así,
quedan excluidas. El androcentrismo supone, por tanto, considerar a los hombres
como el centro y la medida de todas las cosas. oposición, el hombre, es decir
la masculinidad como objeto de estudio.
En realidad, aunque se nombra como hombre, se trata de un
ser asexuado, pues no se identifica como hombre o como mujer. Recién la nueva
visión de los estudios de género intentará consolidar un nuevo sujeto marcado
por el género y distinguir a la mujer separada de ese sujeto históricamente sin
sexo. Y así, de esta nueva visión, surge luego, por con este movimiento la
mujer adquiere - por su propia lucha - el derecho a expresarse. Sin embargo, y
si nos instalamos en el mirador de la Historia, distinguimos que algunas veces
los hombres la han hecho objeto de su referencia generalmente para menoscabarla
o demonizarla (Lilith, Eva) en un discurso misógino.
Parece ser que desde siempre la mujer ha inspirado en el
varón un poderoso sentimiento de miedo, a causa, esencialmente, del enigma de
su maternidad, de su vínculo con la naturaleza y de la atribución de una
sexualidad imaginada como insaciable y devoradora. De esta manera, el hombre,
dueño de una mayor fuerza física y con mayor libertad al no tener que asumir
las cargas y limitaciones propias de la generación de hijos, intentó dominarla.
Así, consiguió confinarla en un rol económico-social inferior, tacharla de
irracional (Aristóteles la considera "macho deficiente e imperfecto")
y cerrarle el acceso al poder y a la cultura.
Desde siempre, la mujer ha sido condenada al silencio, o
desterrada su habla al interior del hogar, puesto que, si saber es poder, tomar
públicamente la palabra representa uno de los mayores ejercicios del poder. Por
ello, refranes populares antiquísimos la circunscriben a su lugar: "La
mujer y la sartén en la cocina están bien", y más adelante, los
revolucionarios franceses - aquellos que levantaron la bandera de lucha contra
la represión y la desigualdad - mostraban su incongruente misoginia con el lema
ahora ofensivo:"La mujeres a la cocina o al burdel".
Con todo, no podemos desconocer que, a pesar de las
restricciones impuestas, hubo mujeres que desde siempre escribieron enfrentando
a su época. Nos basta recordar, cronológicamente, a Safo, Eloísa, Santa Teresa
de Jesús, Sor Juana Inés de la Cruz, Madame de Staël, George Sand, Emilia Pardo
Bazán, Virgina Woolf o Simone de Beavoir.
Generaciones y generaciones de mujeres pasaron su existencia
confinadas en el silencio y el sometimiento a los injustos roles establecidos.
La mayoría de ellas han aceptado e interiorizado, por siglos, los estereotipos
femeninos y el restringido marco vital, ideológico y moral que se les señalaba.
Así, desde la época clásica y hasta entrado el siglo de las luces, se consideró
que era contraproducente que las niñas aprendieran a leer y a escribir. Por
esta causa, muchas mujeres escritoras se sintieron torturadas por estar
desobedeciendo las normas, al hacer algo prohibido. Recordemos que, por estas
circunstancias, durante siglos las mujeres que querían estudiar o escribir
tuvieron que encerrarse en conventos y hasta usar nombre de varón.
Consecuente con esta realidad, la crítica literaria se ha
caracterizado por poner énfasis en la literatura masculina y marginar las
creaciones femeninas. Cientos de antologías no incluyen ni una mujer entre los
autores seleccionados, aunque no todos los hombres que en ella aparecen sean
geniales ni sus escritos representen la más alta literatura. Desde hace pocas
décadas, el péndulo de la crítica comenzó a inclinarse hacia la literatura de
mujeres. De ahí nuestra intención con una idea de hacer justicia: poner en el
otro platillo de la balanza la literatura de mujeres. Cuando el fiel llegue al
punto medio, señalará un centro más ancho del universo literario, contenedor de
toda la literatura, y solo habrá diferencia, entonces, entre las obras
estéticamente superiores y las inferiores.
Qué entendemos por literatura de mujeres
La pregunta acerca de si existe una literatura de mujeres
nos recuerda, en parte, a aquellas que se hacían los teólogos en el siglo XIII
sobre si tenían o no alma las mujeres.
Dejaremos de lado otras divisiones más sutiles, y solo nos
ocuparemos de la literatura de mujeres, es decir, el conjunto de obras
literarias cuya firma tiene valencia sexuada: el corpus literario escrito por
mujeres.
Estamos al tanto de las extensas disquisiciones acerca de
literatura femenina y literatura feminista, de la evolución del feminismo de la
igualdad al de la diferencia y algunas posiciones que rechazamos por extremas y
fuera de lugar. Así, las que invitan a las mujeres a "escribir el
cuerpo" con lo intrínsicamente femenino - la vagina, el vientre, los
pechos, los líquidos propios- para librarse de lo que consideran predominación
falo-logocentrista masculina. O la que incitan a sus congéneres a lograr una
escritura política y militante para expresar un nuevo mundo que no esté basado
en diferencias sexuales, a fin de destruir el concepto de "mujer" y
sustituirlo por el concepto de "lesbiana". No nos adscribimos a
ninguna de estas posturas, que consideramos desnaturalizadoras y retorcidas.
Resulta muy difícil clasificar a un escritor... y si lo
intentamos, su encasillamiento terminará siendo incompleto, injusto. En efecto,
podría tratarse de un autor que escriba en más de un género literario, o alguno
clasificado con un enfoque étnico/nacional, en el que deberá quedar afuera el
plus que no corresponda a su visión de la cultura local. En muchos casos, si no
conocemos al autor o autora, es improbable la determinación tajante de que un
texto esté escrito por un hombre o una mujer. Por ello, Virginia Woolf escribe:
"es imposible averiguar el sexo de una frase".
Sin embargo, en este trabajo intentaremos señalar los rasgos
propios que pudieran observarse en la literatura escrita por mujeres,
basándonos en los estudios más serios realizados desde la investigación
lingüística.
Por otra parte, y debido a esa historia de represión y de
desigualdad que obligó al silencio, pensamos que las mujeres pueden aportar un
punto de vista particular a la cultura humana en general y a la literatura en
particular. Porque, como señala Rosa Montero, " hay una historia que no
está en la historia y que sólo se puede rescatar escuchando el susurro de las
mujeres".
Una expresión diferente
El testimonio de las mujeres es ver lo de fuera desde
dentro. Si hay una característica que pueda diferenciar el discurso de la
mujer, es ese encuadre.
Carmen Martín Gaite.
Entre el hombre y la mujer hay diferencias biológicas que
determinan dos identidades distintas. Aparte de las obvias y visibles - que ya
desde la primera ecografía pueden distinguirse-, recordemos que en su génesis,
los primeros 22 pares de cromosomas del embrión son iguales en ambos sexos. Esa
es la prueba máxima de la identidad esencial entre hombres y mujeres, y
-podemos ir más allá aún - la que demuestra que el ser masculino se forma a
partir del primigenio femenino, con una pequeña diferencia en la última etapa
del proceso: el par de cromosomas 23 ( XX en las mujeres y XY en los varones).
Desde hace pocos años, se ha determinado que el gen llamado SRY del cromosoma Y
es el que inicia, en la séptima semana de gestación, el proceso de
masculinización del embrión, al activar en cascada otros genes que ocasionan la
transformación de las gónadas indiferenciadas en testículos. Si este gen no
llega a actuar, se forman el útero, trompas de Falopio y vagina, y desaparecen
los tejidos que se convertirían en órganos sexuales masculinos.
A partir de entonces, comienza un largo y complejo proceso
en el que interactúan la biología, el ambiente y la educación hasta que el
nuevo ser humano alcance su estado adulto.
La biología identifica otras diferencias. Así, ya es una
evidencia científica la mayor longevidad de las mujeres, mientras que los
cardiólogos han comprobado en los varones una mayor predisposición a los
infartos. Por su parte, los neurólogos reconocieron una organización de los
hemisferios cerebrales más asimétrica en los varones que en las mujeres en lo
que concierne al habla y a las funciones espaciales, a la vez que comprobaron
la superioridad femenina en las actividades verbales frente a la superioridad
masculina en las tareas visoespaciales (evidentes ya desde la infancia, aunque
acentuadas a partir de la pubertad)
Al parecer, los experimentos, confirmarían la tesis popular
de que mujeres y varones perciben el mundo de maneras algo distintas y talvez
con el tiempo puedan explicar las causas por las que las niñas empiezan a
hablar antes que los niños, o poseen un mayor vocabulario, o si la zurdera más
frecuente en los varones tiene relación con la dominancia cerebral; también por
qué el tartamudeo es casi exclusividad de los varones, quienes por lo general
tienen voces más graves o la causa de la tendencia de las mujeres a ser más
daltónicas.
Sin embargo, estas diferencias se relativizan con las
circunstancias –socioculturales especialmente- de cada individuo, y terminan
siendo discrepancias solo de grado.
Si intentamos establecer rasgos característicos en la
escritura de mujeres, antes deberemos tratar de señalar los propios del habla
femenina, ya que, consecuentemente con estas determinaciones científicas, se
han reconocido, desde la lingüística, notas distintivas de un sociolecto
femenino. Este sociolecto es resultante de una correlación entre la variación
lingüística y el sexo, aunque la variación lingüística que se da entre hombres
y mujeres talvez sea consecuencia del género y sólo indirectamente del sexo
(Eckert, 1989).
En las últimas tres décadas, la distinción entre sexo y
género ha sido objeto de miles de páginas de definiciones y estudios. Señalemos
que el término género sirve para estructurar la fundamental diferencia entre la
femineidad y masculinidad como conceptos elaborados socioculturalmente
(estereotipos), frente a los significados tradicionales del sexo (macho y
hembra), asentados en diferencias puramente biológicas.
Indudablemente, las palabras del diccionario están en el
diccionario a disposición de todos, la gramática que se emplea para crear las
oraciones es una sola y las teorías y escuelas literarias no presentan una
variación femenina y otra masculina. No hay palabras exclusivas para hombres y
otras para mujeres, sin embargo todos reconocemos que las más expresivas y
delicadas suelen ser más usadas por mujeres y las malsonantes o insultos
aparecen con mayor frecuencia en boca de hombres. Así, en lo relativo al
vocabulario, Robin Lakoff (1995) reconoce algunas en la frecuencia de aparición
de algunas voces, como distinciones léxicas, en campos específicos como el
color (magenta, malva, chocolate) o abundancia de adjetivos valorativos
positivos (adorable, encantador, divino). De igual manera, la profusión de
elementos que sirven para dar énfasis, como diminutivos y superlativos.
Pero las diferencias más significativas parecen estar en el
componente pragmático del habla de cada género (en la interacción
comunicativa), de lo que se ha podido corroborar, luego de ingentes estudios,
que los hombres tienden a imponer más su tema de conversación, en un discurso
dominante, que prescinde del interlocutor, mientras las mujeres plantean más
preguntas (Zimmerman y West, 1975). En cuanto a los turnos de la conversación,
los hombres interrumpen más a las mujeres que al revés. Es decir, es más de uso
masculino el discurso asertivo, argumentativo, con intención de mantener el
control, mientras que el lenguaje empático, el diálogo y la búsqueda de avenencia
son más propios de las intervenciones femeninas.
Con los estudios transculturales, se ha señalado también en
el habla de varones y mujeres una marcada discrepancia, con un estilo explícito
o directo en ellos, e implícito o indirecto en ellas, lo que se patentiza en
las maneras de connotar la cortesía y de salvar las apariencias, en las mujeres
con mayor uso de recursos de atenuación (Brown y Levinson, 1987).
Sin embargo, las diferencias entre género no pueden
desvincularse de la posición social que ocupan los hablantes, ya que la
presencia de estos recursos se incrementa en los contextos comunicativos en los
que se hacen más patentes las desigualdades de poder.
Por otro lado, las investigaciones sociolingüísticas
coinciden en observar que, en iguales condiciones de edad, clase social y nivel
educativo, el habla de las mujeres es cualitativamente mejor y con un
vocabulario más rico, una sintaxis más completa y una pronunciación más cuidada
que la de los hombres.
En realidad, las notas distintivas en la expresión femenina
parece deberse más que a alguna determinación biológica, al hecho de que han
sido educadas para responder al estereotipo por el cual la sociedad espera
siempre que las mujeres se comporten en todos los sentidos mejor que los
hombres.
Uno de los descubrimientos más indiscutibles en el estudio
de la variación lingüística debida al género, es el hecho de que las mujeres
utilizan menos formas no estándares que los hombres. Esto fue verificado en
trabajos de campo en muy variadas comunidades e idiomas y en hablantes
femeninos de todas las clases sociales. La llamada teoría del mercado
lingüístico explica esta situación en que las mujeres hacen uso del prestigio
lingüístico por falta de prestigio material (Eckert, 1989)
Otra explicación que no desplaza a la anterior es la teoría
de la imagen, que explica que los grupos subordinados tienen que ser corteses.
Durante siglos, las mujeres han tenido menos poder que los hombres, por lo que
se ven forzadas a mostrar respeto y a mantener su imagen (es decir, su
autoestima). Al emplear una variedad lingüística estándar (desechando las
formas vernáculas o vulgares) parece que se satisfacen ambas pretensiones, pues
son educadas con el interlocutor y reclaman respeto al marcar su propio
prestigio. Para la preferencia femenina de estas formas hay otras
explicaciones, como la crianza de los hijos, pues al tener conciencia de ser un
modelo - también lingüístico- para ellos, utilizan las formas "más
correctas". Asimismo, estamos en condiciones de aportar otra razón que
justifica esta particularidad, en el empeño propio de mujeres de agradar, de
ser aceptadas, de gustar, el mismo que las lleva habitualmente a arreglarse y
embellecerse.
A pesar de su novedad, los estudios sobre las
particularidades lingüísticas de las mujeres resultan inabarcables, y algunos
exageradamente minuciosos* , aunque las diferencias terminan siendo solo de
grado.
Un estilo femenino
Mi única ambición es llegar a escribir un día, más o menos
bien, más o menos mal, pero como una mujer. (...) Pues entiendo que una mujer
no puede aliviarse de sus sentimientos y pensamientos en un estilo masculino,
del mismo modo que no puede hablar con voz de hombre.
Victoria Ocampo.
Los rasgos distintivos del habla de mujeres es posible que
se vuelquen también en su escritura, y que aparezca así la connotación de un
registro femenino. En efecto, si atendemos a los enfoques lingüísticos (que
comenzaron estudiando la lengua como una abstracción, desconectada de toda
circunstancia, luego – muy recientemente- el análisis del discurso, de la
conversación, el textual), habrá que esperar a Benveniste para que se enfoque
al sujeto de la enunciación. Así, la presencia del locutor en la enunciación
hace que cada instancia del discurso se instituya en un centro de referencia
interna expresada por formas específicas (deixis) y procedimientos accesorios (
la modalidad).
Greimas irá más allá, al centrarse en ese sujeto y afirmar
que no se puede hablar de enunciación sino en la medida en que está enunciada.
Y que para conocer quién habla en el discurso habrá que
reconstruirlo o descubrirlo con un esfuerzo de interpretación (lo que Hjelmslev
llama encatálisis). Greimas entiende que las instancias de enunciación puestas
en discurso tienen su fuente en la subjetividad enunciante. Para hacer un
análisis de discurso, se deberá hacer una reconstrucción de las condiciones
(subjetivas) de producción. El sujeto así planteado (en la literatura el autor,
o autora en nuestro estudio) centra la significación con relación a un saber y
a un hacer (piensa, enuncia, afirma, desarrolla una actividad cognitiva). Así
también, las modalidades mediante las que se expresan las competencias del
hacer del sujeto tienen que ver con el querer, el deber, el poder y el saber
hacer. En la dimensión del ser del sujeto es donde se manifiestan las pasiones,
que se organizan a través de una sintaxis de modalidades. Este sujeto pasional
de la enunciación se establece no sólo por la combinación de modalidades sino
también por modulaciones, las que comprenden un conjunto de rasgos aspectuales
y tensivos que acompañan a toda pasión. Las modulaciones serían así rasgos del
plano de la expresión - el estilo de una pasión- que permitirían establecer la
presencia de determinada pasión. De esta manera, se puede reconocer al depresivo
por la disminución en el ritmo de sus movimientos, o al ansioso por su
agitación.
Buscando el lugar donde estarían ocultos los rasgos de
género, surge la lingüística crítica y estilística feminista, las que trabajan
sobre la teoría literaria y sobre la lingüística con el objeto de producir
análisis de los textos a partir de modelos lingüísticos, y así determinar cómo
se representan los significados de género en la cultura. A su vez, el aporte de
Voloshinov (" La palabra siempre aparece llena de un contenido y de una
significación ideológica o pragmática") establecerá un marco para la
posición de sujeto de género a partir de las condiciones de producción
simbólicas de la cultura y de la ideología, ya que ése es el lugar de su
emergencia discursiva como sujeto de la diferencia sexual.
Por ello se asegura que toda literatura es autobiográfica,
porque proviene de la experiencia del autor, que aun cuando no escriba en
primera persona, crea sus personajes - consciente o subconscientemente - según
sus propios rasgos personales o los de otra persona que conoce. La escritura
proviene de su experiencia: de allí vienen sus ideas, los acontecimientos, los
lugares descriptos, las imágenes.
A pesar de la poca antigüedad que tienen los estudios sobre
la escritura de mujeres, se cuenta con un ingente número de ellos en todo el
mundo, de los que trataremos de señalar los resultados más coincidentes.
Destaquemos, a la vez, que este reconocimiento de características propias en la
literatura escrita por mujeres es posible porque todavía es lo bastante
minoritaria y excepcional (por razones históricas no hay una simetría con la
escrita desde siempre por los hombres**) aunque, a medida que sean más las
mujeres que escriban, habrá mayor diversidad y posiblemente se irán diluyendo
estos rasgos comunes.
La mayor coincidencia talvez sea la de reconocer la
existencia de un imaginario propio del género, así como una historia también
propia (un "vivir y escribir como mujeres"), el uso de un lenguaje
más reflexivo, matizado y sensual, con cierto tono intimista. Consecuentemente,
las escritoras se inclinan hacia un mayor empleo de la primera persona y la
autobiografía, una mayor presencia de lo cotidiano y una forma distinta de
tratar las experiencias eróticas. Se contrapone un estilo más visual y
descriptivo en los hombres y más sensual y plástico en la mujer, pues ellos
tienden más a contar lo que ven y ellas lo que sienten. Hay unanimidad en
destacar una serie de tópicos como la relación madre-hija, o la de pareja que,
desde el punto de vista de la mujer, se distinguen de la perspectiva masculina.
Una constante muy definida se da en la defensa de unos
valores originados en la relación con el orden simbólico de la madre y lo
divino, y que inclinan tradicionalmente sus obras más a enseñar y conmover que
a deleitar, aunque fundamentalmente éste es el rasgo que más está cambiando. Ya
desde Teresa de Jesús encontramos la defensa de estos valores y, muy
especialmente, una inteligencia emocional paralela a la inteligencia racional.
También en las obras de la santa de Ávila se registra una decidida opción por
los afectos y el uso del yo, en una enunciación personal, con forma
autobiográfica e intimista.
Desde este enfoque más psicológico y experiencial (la
interdisciplinariedad es la clave de los estudios sobre género en la
actualidad), se marca como característica la incorporación de los sentimientos
amorosos y las relaciones familiares, especialmente en la narrativa, aunque la
incorporación del deseo amoroso se ha reconocido en principio como una raíz de
la escritura femenina. Esto determinará, en lo formal, un punto de vista
personal, que a la vez justifica el uso del yo como la fórmula predilecta de la
enunciación femenina. También se relaciona con otro de sus rasgos universales
una visión del mundo exterior desde adentro, con una fuerte implicación
personal.
Este yo de la escritura de mujeres (su enunciación personal
y la correlativa forma de autobiografía) es síntoma de una manera de ver el
mundo y de instalarse en él, que suele expresarse también en visiones
parciales, existenciales, aleatorias. Esto resulta en contraposición a las
formas impersonales que muestran el mundo desde afuera, desde arriba y visto en
su totalidad, propias de la tradicional escritura masculina.
En cuanto a la estructura, Jespersen ha definido la
organización narrativa femenina como collar de perlas, mientras que a la
masculina la compara con cajas chinas. Son más propios de la escritura de mujeres
los finales abiertos, frente a la característica masculina de finales cerrados,
en lo que todo queda bien atado.
En la literatura escrita por mujeres es común encontrar
formas acumulativas, cíclicas, disyuntivas, donde tenga cabida lo fragmentario
y hasta el mundo inconsciente, con una clara preferencia hacia lo parcial
frente a la totalidad, característica que connota la segmentación de sus vidas.
Se trata de una estructura relacionada con el proceso discursivo, que va
enlazando las partes en un relato sarta y muchas veces como espiral, con varias
líneas narrativas y libertad temporal y espacial. Resulta interesante señalar
que correspondería a una organización anti barroca, cercana a las formas
medievales, similar a las del Amadís y el Quijote.
Los saltos temporales suelen organizar el discurso, puesto
que más que el tiempo cronológico se sigue el tiempo interior, subjetivo, en el
que el presente muchas veces es explicado por el pasado, habitualmente
enraizado en la infancia y las relaciones personales.
onsecuentemente con la mirada subjetiva, se ha determinado
la preferencia femenina por los lugares interiores y los movimientos de
horizontalidad, mientras que sus descripciones apuntan a detalles
significativos vistos desde adentro.
El lenguaje que expresa esta visión particular del mundo
suele ser indirecto, vacilante, a veces repetitivo, oscuro y hasta exagerado,
con la espontaneidad del lenguaje oral y sus frases incompletas (recordemos los
anacolutos que se le reprochan a Santa Teresa), todo ello en una expresión
sencillista, calificada como "estilo en zapatillas".
Muchas veces se rompe la sintaxis y el orden lógico,
denotando significativos silencios y elipsis, con una escritura paratáctica que
señala que no es sólo logocéntrica, devenida puramente del pensamiento, sino
también de la pasión y el deseo, con emoción y hasta lágrimas.
En síntesis: Se pueden destacar rasgos caracterizadores de
una literatura escrita por mujeres, aunque éstos pocas veces son exclusivos, ya
que, al parecer, solo la perspectiva y algunos motivos temáticos diferirían
cualitativamente de los masculinos, mientras que las demás características son
solo de grado, de mayor frecuencia de uso.
En Santiago del Estero
Blanca Irurzum. |
Hay otras características que nos interesa muy especialmente
para esta empresa de estudiar la literatura de mujeres en nuestra provincia, y
es que por lo general, la actividad de cada una se desarrolla de forma aislada
e individual y que la mayoría mimetizan la escritura de la época.
Las mujeres que escribieron en Santiago del Estero
constituyen, como en todo el mundo, una minoría. No olvidemos que en una
provincia tan mediterránea, tan del interior, la sociedad es más conservadora,
y los cambios llegan con mayor retraso.
Para ser escritora se necesita, en primer lugar, una cultura
superior, con abundante y buena lectura, lo que no es común en una provincia
históricamente pobre y con altos índices de analfabetismo. Y se necesita lo que
Virginia Woolf identificó como "un cuarto propio y una renta"
suficiente, es decir, independencia y cierta soltura económica, condiciones que
no son propias de mujeres, de ordinario atadas a una familia que atender. Y si
todavía exigimos que escriba literatura, es decir calidad artística- que muy
pocos de los que escriben lo consiguen- la cantidad se reducirá
considerablemente.
En cuanto a los movimientos feministas y a su lucha por la
igualdad del género, podríamos decir que su virulencia no llegó a nuestro
ámbito provinciano, donde las diferencias de poder entre hombres y mujeres se
fueron acomodando a las nuevas circunstancias mundiales de forma casi natural.
De esta manera, si atendemos a las tres últimas generaciones, recién en la de
las mujeres jóvenes de hoy se da un ingreso más masivo en el mercado de
trabajo. Y a partir de las reivindicaciones políticas del peronismo, la mujer
tiene un cupo en las listas de candidatos a cargos legislativos y ejecutivos.
Por otro lado, nos atreveríamos a afirmar que las pocas
mujeres que en nuestro medio accedieron a la escritura no tuvieron una fuerte
resistencia de parte de los hombres; más aún, muchas veces compartieron con
ellos los espacios literarios, como los de la Brasa o la Carpa y hasta fueron
festejadas y reconocidas por sus colegas masculinos.
Además, es preciso destacar que por sobre los valores de
género siempre van a primar los valores personales, lo individual sobre lo
grupal. Atendiendo a estas circunstancias, estamos en condiciones de señalar
que podemos determinar tres tipos de posturas en la que, en general, se
inscribirían las escritoras de Santiago del Estero en cuanto a la relación
escritura-género. A la vez, asignamos para cada una de estas posturas una
figura prototípica de la misma, entre las literatas consagradas.
Tres posturas básicas
María Adela Agudo |
1 La tradicional femenina, que sigue el conocido
estereotipo: Una mujer delicada, sensible, humilde, maternal, que escribe como
bordando, con afán didáctico, sobre lo fragmentario, lo diminuto, componiendo
canciones de cuna, rondas infantiles. Los temas íntimos y amorosos son lo suyo
y muy especialmente la poesía: recordemos que en el ámbito cultural instituido
por los hombres, se acepta más fácilmente que una mujer practique la poesía - y
de ese modo se la caracteriza como más emocional e intuitiva, a la vez que se
la aleja de la visión global y racional -. Una escritora que se acerque a estas
características escribirá desde la marginalidad a la que la ha relegado el
sistema patriarcal.
Ya hicimos mención a la dificultad y hasta injusticia de los
encasillamientos – fea palabra- , porque se generaliza, se dejan de lado
aristas personales que pueden ser significativas. Pero, como señalamos, nuestro
intento es sistematizar de alguna manera la literatura escrita por mujeres. Y
entendemos que una primera generalización como la que intentamos podrían servir
de base teórica, a modo de fundamentos – ojalá no tan endebles – para otros
estudios más minuciosos, más particulares, más enriquecedores.
Nos decidimos por María Adela Agudo como representante de
esta actitud de tantas literatas mujeres que eligen sacar partido de los
márgenes a los que el escritor hombre las confinó para desde allí poder
incorporarse al centro del sistema literario, atendiendo a fundamentos que
sintetizaremos en los siguientes:
Canal Feijoo la considera "una desterrada en su propio
mundo" y rescata su profundo temperamento lírico.
Nicandro Pereyra confiesa: "nos ha quedado de ella una
lección de humildad, serenidad y valentía".
José Andrés Rivas califica: "Los suaves tonos de sus
versos, y las imágenes nuevas o inesperadas que nos deparan, nos dan cuenta de
la existencia de un espíritu que escondía pudorosamente su batalla interior.
Como ella fue en sus días en la tierra, su poesía sigue siendo una forma de la
delicadeza."
De sus poemas extraemos expresiones que apoyan nuestra
inclusión en este apartado: "mujer de la casonas moliendo un cereal de
cantares", "vuelve a mi soledad, donde estamos ataviadas de
distancias/ seductoras de tu última risa", Porque yo no tengo aún hijos de
sangre y tú eras para mí un hijo hermoso y el niño y el hombre, para mí la
niña, la madre viva", "mi anhelante nostalgia de eternizarme en
trinos", "Para qué ser tan coqueta, por qué la apostura de mis
tobillos", "las terrazas están llenas de niños y de ángeles".
Algunos títulos de sus poemas también dan cuenta de los rasgos que
distinguimos: "Pequeño poema", "La otra amante",
"Ronda de la avenida", "La santarrita", "Fruta",
"Dolor".
2 Una segunda postura se define por actitud tradicionalmente
masculina de escribir, desde la centralidad, con un mensaje fuerte y urgida por
ese mensaje. Se trata de una literatura realista, "de pensamiento" y
con obras de mayor aliento, como el ensayo y la novela. Deja un tanto de lado
la situación personal de mujer (sin perder los rasgos esenciales que señalamos
en la expresión femenina), preocupada más por una temática social o política,
de la que resulta una literatura muchas veces combativa, testimonial o "de
tesis".
Con mayor seguridad que en el caso anterior, nos decidimos
por la figura de Clementina Quenel como paradigma de esta postura en la
literatura de mujeres de Santiago del Estero. Como en el ítem anterior,
presentaremos muy rápidamente los fundamentos de esta elección:
I. José Andrés Rivas resulta uno de los apoyos más firmes
para nuestra decisión, cuando señala que Silvestre, la protagonista de El
Bosque Tumbado "se convertiría en metáfora de su propia autora. Como ella,
tuvo que enronquecer su voz para hacerse oír en un mundo de hombres".
II.También resulta decisiva la afirmación de Roa Bastos:
"La Argentina tiene un Horacio Quiroga mujer".
Clementina Rosa Quenel |
III. Luis Alén Lascano reconoce en su obra literaria una
conjunción de "emoción y pensamiento". IV. Su ingente obra comprende
todos los géneros: poesía, cuento, novela, dramaturgia, ensayos y hasta
incursionó en el periodismo. Se inscribe dentro del realismo, regionalismo y
más específicamente en el movimiento nativista. A lo largo de sus páginas está
siempre presente la denuncia, lo testimonial y un fuerte contenido telúrico.
V. Los títulos de sus obras denotan los rasgos señalados: El
bosque tumbado, Elegías para tu nombre campesino, La Luna Negra, Los Ñaupas.
3 Una tercera postura – quizás más cercana en el tiempo-
correspondería a una literatura escrita por mujeres que tratan de romper con
las formas anteriores, comienzan a apropiarse del lenguaje y juegan con él.
Transparentan por lo general una temática feminista, y conciencia de su
búsqueda de una voz diferente. No encontramos, para esta postura, una
representante que detente la rotunda definición de las anteriores. Creemos
encontrar algunos rasgos que las ubiquen en esta nueva expresión, en las
poesías de Betty Alba, con un lenguaje distinto, una poesía que más que
intimista se puede considerar introspectiva y hasta con sentido trágico:
"Penetrar en el amor como en un gran cementerio con espadas"(
"Consagración"). Lo reducido de su producción nos hace entrever estas
notas, que no se sostienen por falta de una obra de mayor alcance.
Pensamos que algunas escritoras (poetisas casi todas) que
actualmente están produciendo en nuestro medio, podrán con el tiempo y una
mayor producción, sustentar esta postura.
Telurismo
Ya habíamos advertido, al comienzo de nuestro trabajo, que
los encasillamientos resultan incompletos, injustos y dejan de lado notas
muchas veces significativas. Por ello, no podemos cerrar estas líneas sin
reconocer, también en la literatura escrita por mujeres de nuestra provincia,
un rasgo que caracteriza a la literatura santiagueña, que podríamos llamar
telurismo, el que deviene de la descripción del paisaje y los tipos humanos
nativos, el folklore, la mirada hacia adentro, hacia las raíces y los motivos
tradicionales.
Terminamos, entonces, con lo que expresamos al principio del
trabajo: nuestra intención de hacer justicia: poner en el otro platillo de la
balanza la literatura de mujeres. Cuando el fiel llegue al punto medio,
señalará un centro más ancho del universo literario, contenedor de toda la
literatura, y solo habrá diferencia, entonces, entre las obras estéticamente
superiores y las inferiores. Ojalá podamos llegar a esa situación.©El punto y
la coma y la autora.
Notas:
* Lillian Glass (1995). El dice, ella dice, cómo mejorar la
comunicación entre el hombre y la mujer, Barcelona: Paidos. La autora establece
105 diferencias originadas en la comunicación por el sexo del hablante.
** No vamos a extendernos en consideraciones feministas,
pero es sabido que la mujer estuvo siempre relegada al seno del hogar y alejada
de la cultura, la lectura y más aún de la escritura. Así, la hostilidad hacía
la mujer culta es algo tan característico que se puede encontrar ya en Juvenal,
en el siglo I de nuestra era, pasando por Moliere (Las mujeres sabias), Quevedo
(hembrilatinas), Andre Gide... y recorre nuestra cultura hasta nuestros días.
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* Publicado por primera vez en "El punto y la coma"
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