Eduardo Retondo. |
El derecho, la política, el talento
Ha muerto ayer en las primeras horas del día el doctor Eduardo Retondo. Murió como quería en plena juventud del día. No le resultaban gratos los atardeceres, según la versión de uno de sus amigos, que son numerosos. No hace mucho, conversaba con uno de ellos y aludía a su coronaria que parecía capitular, proceso implacable al que él asistía con serena filosofía.
-Pero, doctor -le observaba- usted se queja de su coronaria, pero sigue cargándola con nicotina, que es un explosivo y lo sabe bien, ¿no puede evitarlo?
-No hago nada para evitarlo... En este viaje, don Fulano, prefiero andar sin tardanza. Adelante, si es posible. No me gustan las puestas de sol que traen dolores y la consecuente compasión de mis semejantes. Prefiero llegar entero y en la mañana...
Ese modo de ser y hacer las cosas era un matiz en la vida del doctor Retondo. No lo asustaban las luchas y las adversidades. Era hombre talentoso y poseía un generoso espíritu de buen humor, a menudo incisivo, a veces sutil e hilarante. Cordial y juguetón, explicaba la debilidad de los hombres, las desviaciones de los funcionarios o sus vicios, con una anécdota, siempre oportuna y plena de gracia espontánea, sin herir. Apenas dejando una incomodidad urticante en la piel. La vida y su temperamento le habían enseñado mucho, del árbol del bien y del mal. Uno y otro, empero, le habían dejado dudas que él perseguía y estimulaban su aprendizaje, por entender que más allá de ellas, estaría la perfección que busca la sabiduría humana.
Era el extinto, colaborador constante de El Liberal, hombre fundamentalmente generoso repetimos y singularmente escéptico al mismo tiempo. Estudió y trabajó mucho. Aprendía con asombrosa facilidad lo que se proponía. Luego de doctorarse en leyes, avanzó con entusiasmo en estudios de ingeniería civil hasta el tercer año de esta disciplina. Más tarde, debió abandonarla, más no sin obtener buenos caudales de saber que le permitieron desenvolverse en sus muchas y eficaces gestiones públicas en un plano de seguridad y sobresaliente desempeño. El tema forestal de nuestra provincia, le sedujo y lo profundizó con talento. Con idéntico fervor analizó los temas de las pasturas de nuestros campos, de la cría del ganado bovino y caprino, el cultivo del tabaco y otras ramas de la economía agraria.
Por la función pública pasó el doctor Retondo y con frecuencia fue dejando en expresiones de reforma, de ordenamientos administrativos, de leyes y de otras iniciativas afortunadas, las huellas de sus inquietudes destinadas al perfeccionamiento de las instituciones y los servicios públicos. Procuraba el esclarecimiento y la eficiencia humana en esta actividad.
Fue director del Registro de la Propiedad, vocal del Consejo Provincial de Vialidad. Interinamente ejerció también, por algún tiempo, la presidencia de dicho organismo. Profesor del colegio nacional “Absalón Rojas”, renunciando en el año 1943; antes, en la década anterior desempeñó el cargo de asesor letrado de la municipalidad e Intendente Interino de la comuna. Mas, donde su personalidad se irguió con vigor y relevancia, por su madurez y capacidad, fue durante los tres periodos que representó a nuestra provincia en la legislatura local. Su voz clara, ardorosa y altiva, se alzó siempre con elocuencia para defender la justicia y la dignidad humana.
Miembro de la asamblea constituyente que reformó la Constitución provincial de 1949, Retondo postuló el mantenimiento del alma de la democracia y la libertad, desde la banca a que le había llevado el signo partidista radical, bandera cívica a la que sirvió con pasión, a veces durante largos períodos. Presidió el Colegio de Abogados, después de la reestructuración de este en 1955; due miembro fundador de la facultad de ingeniería forestal y ejerció el cargo de ministro de Hacienda de la Provincia. Ha sido candidato a diputado y senador nacional.
Cabe recordar finalmente que fue autor de tres libros que ejercieron benéfica influencia en la provincia. El primero se refiere a la reorganización del Registro de la Propiedad, el segundo se refiere a un Plan agrario de la provincia y el de más reciente data se titula El bosque de Santiago del Estero.
Había nacido en La Banda en 1906 y murió a los 66 años de edad, en 1970. Procedía de familias del departamento de Guasayán, donde sus mayores poseían una vieja estancia criolla. Su niñez, la había pasado con sus hermanos en la casa de El Salvador, que era el nombre de la estancia.
De una nota necrológica aparecida en El Liberal del 25 de diciembre de 1970.
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