Mónica Maud. |
La literatura, la especialización, el periodismo
Adriana Mónica Maud Zalosnik nació el 29 de mayo de 1962, en una familia de clase media de la Capital de Santiago. Su padre Elías Maud es ingeniero y su madre, fallecida cuando la niña tenía sólo 12 años, Dora del Valle Zalosnik, fue una mujer que por la pobreza de su familia, apenas aprendió a leer y escribir.
Realizó sus estudios terciarios en el profesorado de castellano, literatura y latín. Pocos años después, ya siendo madre de dos niños, cursó y aprobó en la Universidad Nacional de Santiago del Estero, la licenciatura en letras.
Además, desarrolló durante dos años la especialización en ciencias del lenguaje, cuyo trabajo final fue recomendado para su publicación. Simultáneamente, en la Universidad Católica de Santiago del Estero analizó semiótica y semiológicamente el comportamiento de las tradiciones santiagueñas, trabajo que le llevó tres años de investigación y que también permanece inédito. En la misma dirección, se interesó por la evolución semántica de castellano en Sudamérica, cuyo resultado es un extenso ensayo inédito.
Por otro lado, de acuerdo con su interés en los escritores mencionados, dedicó gran parte de sus estudios a profundizar sobre ellos.
En el 2006 editó su primer libro de cuentos titulado “Yo, sacrílega” que fue incorporado por José Andrés Rivas en la currícula de “El cuento Santiagueño” y en la del postítulo que se dicta en la Universidad Nacional de Santiago del Estero. Mereció también críticas en el La Gaceta Literaria, a cargo de Horacio Semerano y ha sido solicitado por varios países Latinoamericanos como Perú, México, Guatemala y por localidades de España.
Actualmente es directora editorial del Ssplemento semanal Educación y Cultura de Nuevo Diario y editora y redactora de la publicación quincenal educativa, Aprender, de Nueva Editorial.
Su blog: http://monicamaud.escribirte.com.ar
Su correo electrónico: monicamaud@arnet.com.ar
Atravesando confines
Atravieso este universo maldito
portando todos mis temores,
enfrento pájaros que gimen
y en un águila azabache me poso.
Me miran los duendes traviesos,
de la noche, el aroma acaricia.
Y mis sienes, ah! cuánto duelen,
de la madrugada, el silbido hosco.
Atravieso el orbe de almas mutiladas
danzando soles, estrellas y hadas.
Me irrita el silencio y busco mi almohada,
manchada suicida en salífero llanto.
Y se van cantando los astros celestes,
celebrando el luto de viudas y niñas,
mientras yo recorro senderos lejanos,
adónde mis alas han trastornado.
Las viejas se ríen, los tuertos se guiñan,
los mudos conversan, y los sordos brindan.
Yo estoy en el filo, y rabian los labios,
el eco me llama de mis fantasías.
Atravieso el cosmos de los pecados,
batiendo una rueda para los años.
Sesgando palomas vivientes en vano,
maldiciendo verbos inexplorados.
Los árboles mugen detrás del lauro,
presumiendo culpas y enviciados.
Las flores marchan detrás del hado,
el estómago duele a cada paso.
Y si vadeando revelo el fango,
que abruma y deja intacta,
y si transcurriendo me alcanza
la oscuridad prohibida por los fantasmas,
¿qué impide arribar hasta los confines
y dejar caer, cruel, homicida, la piel
desecada de mis añejas sustancias?
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